DIFUNTOS
Vale una vez pasada la dichosa noche de halloween celebrada por nuestros aculturados
adolescentes y críos, aunque no desesperemos, hay esperanza. Ayer me cruce con
una chica que decía lo siguiente a sus amigos: como me vuelva a cruzar con un
gilipollas disfrazado le parto la cara . Como decía pasada la yankilada empieza
de verdad el día de difuntos
Así que recordar no salir esta noche de casa, ya que es en
la noche de difuntos cuando las animas abandonan su frio y oscuro lecho y vagan
sin rumbo por los caminos gimiendo su pena y dolor, buscando un vivo en quien
poder aliviar su pena.Si oís tañar la campana de la vieja iglesia abandona, no
hagáis caso y seguid con vuestras cosas como si no la hubieseis oído, que son
los muertos que llaman a reunirse con ellos. Si estáis sentados en el sofá viendo
la tele y sentís como de repente se os eriza el vello de la espalda al sentir en
ella una corriente gélida, no penséis que os habéis dejado una ventana abierta,
¡no!. Es el aliento del espectro del viejo duque asesinado que recorre la ciudad buscando a su asesino. Si
notáis especialmente inquietos a vuestro perro o vuestro gato, sabed que ellos
ven el más allá y que si están nerviosos es porque han notado una presencia
extraña proveniente del inframundo ya
que esta noche todas las puertas están abiertas.
Regresad temprano a casa incautos,
y dejad el agradable paso nocturno por el bosque para otro día, no vaya a ser
que tengáis la desgracia de cruzaros con la Santa Compaña y acabéis siendo
parte de su sequito y os tengáis que lamentar de vuestra suerte
por el resto de la eternidad.
Tened siempre
presentes que hoy los difuntos están de nuevo entre nosotros, y que si se os
acerca una joven de aspecto demacrado, pálida,
ojerosa, con profundas ojeras y vestida
de negro llorando, sabed que no es una gótica, sino que es la joven que roba el
alma de todos los hombres con los que se cruza como venganza de aquel otro
hombre por el que se suicido de amor a mediados del siglo XIX.
Si os cruzáis
con un viejo amigo del colegio al que hace tiempo que no veíais y le notáis
cambiado, con la mirada perdida, ausente, si le habláis y no os responde, si actúa
como si no estuviese aquí, sabed que ha tenido un encuentro con el viejo
profesor, que murió producto de una broma de sus alumnos y desde entonces se
decida a capturar la sustancia vital que nos da el halito de vida dejando a sus víctimas con vida pero vacios
por dentro tal como dejan los insectos sus camisas colgadas de los arboles después
de su metamorfosis
Recordad las historias que os contaban vuestros abuelos, en
el pueblo cuando de pequeños os sentabais todos
alrededor del fuego. Sí, esas historias que os daban tanto miedo de
pequeños y que luego decidisteis olvidar. Como la de aquellos dos hermanos. Aquellos
que eran la envidiad de todos los demás mozos del pueblo por su altura, fuerza y
valor. Aquellos que debido a su abundante cabello negro a sus ojos de mirada limpia y clara eran por los que
suspiraban todas las jóvenes, y no tan jóvenes añadían vuestras abuelas.
Aquellos que se ufanaban en decir que no le tenían miedo a nada.
Aquellos que mitad por inconsciencia, mitad
por presumir delante de las hijas del alcalde se apostaron a que pasaban la
noche de hoy en las ruinas del viejo monasterio, aquel que decía que estaba
maldito y que solo lo habitaban los recuerdos de la vieja orden monacal, que
fue disuelta hace siglo por el Papa Juan XII y de la que se ordeno no solo su disolución sino también que se olvidase su nombre debido a la
gravedad y enormidad de los crímenes que entre aquellos muros se cometieron. Aquellos que entraron al claustro del
monasterio, alegres y confiados entre risas cuando la noche ya caía,
atravesando el viejo portón del cual hace tiempo las puertas de madera habían desaparecido.
Aquellos a los que dejaron acomodándose cerca del altar de la capilla, bien provistos de vino y mantas para soportar
la fría noche. Aquellos a los que la mañana siguiente fueron a buscarlos y no encontraron ya en su lugar hallaron los
cuerpos de dos viejos casi sin vida, sus cabellos totalmente canos, sus cuerpos antes fuertes y jóvenes ahora
agotados y débiles. Su mirada antes clara y firme ahora temerosa y huidiza.
Dos
viejos que entre débiles susurros suplicaban que por el amor de Dios les
sacasen de allí. Y que una vez en el
pueblo se negaron a contar lo que habían
visto ya que no era de buenos cristianos – decían- repetir lo horrores que esa noche se habian desarollado ante sus ojos. Tan horroroso
fue que, al poco ellos mismo se arrancaron los ojos para sacarse así los
recuerdos de la cabeza.
Y ahora recuerdas que al oír esta historia, te reías y decías.
-
Abuelos esa historia no es verdad, eso no puedo
contestar
-
Pregúntales a ellos- te contestaba tus abuelos
mientras con la cabeza señalaban a los dos viejos que apoyados en sus bastones
de ciegos estaban siempre sentados en una esquina
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