MENOS LIBRES



No recuerdo bien cuando conocimos a Ana, quizás fuese una tarde en casa de Barbará o puede que fuese tomando cañas  en una terraza de la calle Miguel Servet en Lavapiés también con Barbará, que eso si lo tengo claro, fue gracias a nuestra querida amiga italiana como conocimos a Ana. Luego nos  encontrábamos de vez en cuando, coincidíamos en manifestaciones, vino alguna vez al reparto en la Tabacalera, tomamos copas en un par de fiestas de amigos, nos cruzábamos en charlas y eventos. Y así poco a poco se fue creando una amistad. Cuando nos dio la noticia si se donde estábamos. Íbamos Adri y yo camino de La Tabacalera, cuando vimos a Barbará y Ana, sentadas en la terraza de la Mancha. Arrimamos dos sillas, pedimos un vino y nos sentamos con ellas. Charlamos un rato de naderías, brindamos, nos echamos unas risas y fue entonces cuando nos soltó la bomba.
-          Me voy chicos- nos dijo.
-          Anda y ¿eso? - Le pregunte yo
-          ¿Dónde te vas? – le pregunto Adriana
-          Me voy a Lima, voy a abrir una Librería,- nos dijo- ya tengo el sitio y todo. Hace tiempo que lo estamos pensando. Aquí la cosa esta muy mal y hemos visto que allí no hay ninguna librería y menos del estilo de la que queremos montar nosotros y nos hemos decidido
-          ¿Vas con alguien? – pregunto no sé quien
-          Si,  de momento voy sola y en un par de meses va Carlos mi chico – contesto
-          ¿en qué parte de Lima? – le pregunto Adriana
-          En el barrio de Barranco. En la calle San Martín- respondió
Adri y yo comentamos que siempre que estamos en Lima, nos alojamos en Barranco muy cerca de allí, en casa de nuestro cuñado,  y así entre cañas y más detalles fue pasando la tarde. Nos despedimos quedando con Ana que las próximas cervezas serán unas Pilsen en Barranco.

Ha pasado el año y  es navidad, quedan unos días para Nochebuena y estamos en Lima. Hemos llegado hace un par de días y aún estamos como se dice instalándonos, pero una de las primeras cosas que hemos hecho ha sido ir a ver a Ana a La Libre que así se llama la librería que ha montado. Es un lugar coqueto, una  casa típica de barranco, de una planta, con un gran patio trasero. Nos muestra las dos salas de las que se compone la librería propiamente dicha, sus intereses principales son el feminismo y el movimiento LGTB, pero como ellos mismo dicen hay que vivir, y también encuentras a Mario Vargas llosa, tratados sobre Arguedas, libros sobre gastronomía peruana o libros de viajes por las maravillas del Perú. Nos enseña también el espacio que tienen habilitado para exposiciones y que en ese momento está ocupado o habitado no sé muy bien por un fotógrafo, y la pequeña sala que piensan arreglar para dar charlas y conferencias y lo que es propiamente su casa, en  la parte trasera del edificio. Desde ese día se convirtió en costumbre que a la caída de la tarde Adri y yo nos acercáramos con unas cervezas en la mano a visitarles y que los cuatros nos sentásemos en unas sillas en el pequeño patio de entrada para disfrutarlas. Charlábamos de cómo marchaba el negocio, de lo difícil que son los comienzos, del tipo de lector que entraba, de cómo eran las relaciones con otras librerías de Lima, de lo mal que se llevaban con la gente de Contracultura, mi librería de referencia en Lima para comics,  que en principio debían ser aliados, de sus proyectos de hacer la Libre un centro cultural abierto y comunitario. Una tarde estando sentados y  sufriendo el sol limeño,  Carlos nos pidió ayuda para con unos sacos que estaban allí tirados, construir un pequeño toldo que nos resguardase algo de los rayos solares y así pasamos la tarde, rompiendo, cosiendo y sujetando sacos de aspillera,  de los que no dejaban de caer granos de azúcar para hacer un toldillo.

Llego la Nochebuena, nos acercamos a La Libre compramos unos libros para regalar esa noche,  también un abono para que mi suegro dispusiese de un fondo para libros durante todo el año   y como siempre compartimos las cervezas.  A diferencia de otros días y como no podía ser de otra forma no fue una tarde tranquila, era un día de mucho ajetreo en la tienda. Cuando no era Ana quien tenía que ayudar a elegir un libro a un cliente, era Carlos el que tenía que levantarse de nuestro lado a cobrar Nos reíamos comentando que así debería ser todos los días, pero aun así hubo un ratillo de tranquilidad y allí, mientras declinaba el sol en Lima, chocando nuestras botellas de Pilsen nos deseamos Feliz Navidad.
Pasaron los días y nuestra fecha de vuelta se acercaba. La ultima tarde, nos acercamos y tras  hacer acopio de libros para traernos a Madrid, nos tomamos con ellos un par de cervezas más de las que nos tomábamos normalmente como despedida. 

Hoy, un par de años después de esos recuerdos,  me he enterado que La Libre cierra.  Y lo hace no porque el negocio no vaya bien, sino por la conjunción de dos males que aqueja a todas las ciudades del mundo. La especulación y la gentrificación y Barranco no se libra de ello. Resulta que han vendido el edificio con el que La Libre compartía medianería. Lo han vendido a una constructora que ha tirado la casita de toda la vida y está levantando un bloque de apartamentos de lujo. Debido a estas obras, el pequeño edificio de La Libre se ha visto afectado por grietas y roturas de cañerías, por lo que la municipalidad de Barranco, en lugar de parar las obras hasta que la constructora ponga remedio a los desperfectos que está generando su obra y le obligue a tomar medidas para que no vuelvan a suceder, lo que ha hecho ha sido declarar inhabitable el edificio de La Libre y cerrarlo. Ana y Carlos están luchando contra esta arbitrariedad pero lo único que han conseguido es que la constructora les ceda un almacén para sus libros, pero nada que evite más daños a la propiedad.

Así que el barrio bohemio, cultural, alternativo de Lima, se queda sin su única librería y a cambio consigue otro feo edificio de apartamentos de lujo.

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