DE OLVIDOS Y PERDIDAS
De común, soy un hombre ordenado
y poco olvidadizo. Imagino que mi profesión, sexador de mejillones de rio, hace que esas características de mi
personalidad se hayan reforzado a lo largo de los años. Pero si saco esto a colación es porque la
semana pasada fui víctima de mi mismo y sufrí
un olvido y una perdida. Curiosamente me olvide del mismo objeto que perdí. No
es que fuera el mismo objeto físicamente, si no que fue el mismo tipo de objeto.
No sé si os he comentado que uno
de los varios propósitos de año nuevo ha sido el volver al gimnasio. Seguro que
es un objetivo que comparto con mucho de vosotros y bueno para no enrollarme mucho
deciros que he cumplido, no solo me he apuntado si no que ya estoy sudando con
la bici estática y la elíptica, reforzando mi espalda con maquinas con nombres
como espaldeitor plus XL y mirando los horarios de las clases virtuales de spinning para ver cual me
cuadra mejor.
Fue en uno de los días de la
semana pasada, creo recordar que el jueves cuando prepare la bolsa con todo lo
necesario para ir ese día al gimnasio, calcetines, ropa de deporte, chanclas
para el baño, toallas, calzado deportivo. Lo dispuse todo en la bolsa según lo iría
necesitando posteriormente, poniendo en la base el champú, el desodorante y las
chanclas que sería lo último que necesitase y luego puse las zapatillas, los
calcetines hasta terminar poniendo en la parte superior los pantalones de deporte
y la toalla. Llegue al gimnasio, era por la mañana aún estaba de vacaciones, fui
al vestuario, me cambie, deje las cosas en la taquilla y ya en la sala y de
buen ánimo hice mi hora de cardio y mis quince minutos de musculación. Así que exhausto
y satisfecho llegue de nuevo al vestuario, me duche, me seque y cuando comencé de
nuevo a vestirme me di cuenta que en mi ordenada bolsa faltaba un elemento
crucial. Por más que buscaba en la bolsa no encontraba unos calzoncillos
limpios. Así que asumiendo que me había dejado la muda limpia olvidada encima de
la cama me vestí los vaqueros, afortunadamente son de botones y no de
cremallera con lo que el riesgo de accidente es mínimo, sobre la piel desnuda, me calce y después de
ponerme la camiseta limpia, guarde el resto de cosas en la bolsa y salí a la
calle. Reconozco que al principio estaba no nervioso pero si quizás temeroso de
que alguien notase que iba sin calzoncillos por la calle pero reconozco que a los dos minutos de estar en la
calle ya se me había pasado este temor y lo único que sentía era el fresco de
la mañana. Cogí el metro, sí mi nuevo gimnasio está un poco más lejos, llegue a
casa y al entrar en el cuarto los vi. Allí estaban perfectamente colocados
encima de la cama esperando ser usados unos relucientes calzoncillos limpios.
Pero aunque pueda parecer extraño
no fue lo peor que me paso la semana pasada. El viernes y aprovechando que A. está
de vacaciones decidimos darnos un homenaje y acercarnos primero al Hamman que
existe al comienzo de la calle Atocha, al lado mismo de la plaza de Jacinto
Benavente, para disfrutar de un baño y un masaje y posteriormente ir a cenar al
que era, hablo en pasado y luego explicare porque, nuestro Thai favorito en esa zona. La cita en
los baños era a las ocho de la tarde. Así que poco antes de la hora llegamos nos dieron la pulsera que indicaba el tratamiento
elegido, doble masaje y baños, una toalla y ya en el vestuario nos cambiamos y nos
pusimos el bañador. No sé si conocéis esos baños, son como un pequeño oasis en
el centro de Madrid, desciendes las escaleras y te ves inmerso en un mundo donde el vaho que escapa de la sauna turca le da a todo
un toque irreal, donde las prisas y el estrés quedan fuera, donde estas inmerso
en una acogedora penumbra creada por la
luz de las velas estratégicamente colocadas y que forman juguetonas formas en
las paredes y donde el sonido del agua corriendo
o cayendo desde diversos caños a las piscinas de agua caliente, templada o fría
se mezcla con las suaves melodías incitando al descanso y al relax. Al poco nos
llamaron a A. y a mí para nuestro primer acto. Era un masaje de espuma con
posterior limpieza de piel seca. Nunca había recibido un masaje de este tipo y
reconozco que el tener todo el cuerpo recubierto de espuma y sentir como las minúsculas
y efímeras pompas de imagino jabón se
deshacen en tu cuerpo es de lo más sensual, posteriormente y una vez que la
espuma ha hecho su función, una vigorosa friega con una esponja permite
despojar tu piel de todas las impurezas y piel muerta que puedas tener.
Luego tras terminar de aclararnos
de los restos de jabón y darnos unos minutos para incorporarnos, nos llevaron a
otra sala no sin antes elegir la esencia
con la que queríamos que nos diesen el
masaje más clásico, yo elegí violeta, y tras tumbarnos en la camilla, la persona encargada de darme el masaje, comenzó
a recorrer mi espalda y mis piernas, podría decir que delicadamente pero no fue
el caso, deshaciendo nudos en mis articulaciones y relajando los castigados músculos.
Después ya libres, dedicamos el resto de
tiempo a pasar del calor húmedo y sofocante del baño turco a la impresión que
produce introducirse de golpe en la piscina de agua helada, y de aquí a relajarse
en la pileta de agua tibia y de ahí a terminar adormilados en la zona de de
agua caliente y vuelta a empezar. Pero todo lo bueno se acaba y después de
cumplido el tiempo hay que salir del paraíso, ducharse y volverse a vestir para
salir a la calle y seguir con el plan. Así que una vez en los vestuarios, me
ducho, saco mi bolsa de la taquilla y empiezo a vestirme y es aquí cuando me doy cuenta que he perdido un
elemento con el que hora y media antes había entrado a este mismo vestuario. De
nuevo revise la bolsa, me fije por si se había quedado fuera en el banco,
incluso me asome al cesto donde se arrojan las toallas usadas pero nada. Por si
acaso mire de nuevo en la taquilla no fuese a ser que los hubiese colocado ahí en
lugar de en la mochila pero tampoco, revise los bolsillos del abrigo, quien
sabe, con idéntico resultado. Estaba claro que los calzoncillos habían desaparecido.
Así que de nuevo y al igual que el día anterior, me puse los vaqueros, también de
botones, sobre la piel desnuda, termine de vestirme y salí al exterior para
encontrarme con A. A diferencia del día anterior ahora no albergaba ningún temor
y al igual que el día anterior lo único que sentí fue frio.
De ahí y después de tomarnos una cerveza,
nos dirigimos al restaurante para cenar y comenzar la noche pero no pudo ser. El
restaurante que durante años nos ha servido para calmar nuestro apetito de
comida Thai ya no existe y ese es el motivo por el que antes hablé en pasado del restaurante.
El edificio en el que estaba situado, en
plena calle arenal, ha sido totalmente remozado y ahora todo el inmueble está
ocupado por un hotel de lujo.
P.D. Reconozco que me ha quedado
un título muy Sabatiano
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