BARRIO

Hoy me gustaría hablar sobre mi barrio.

Mi barrio era un barrio obrero, de clase media baja o baja directamente, aunque debido al boom inmobiliario y especulativo que hemos vivido podemos decir que se ha dividido en dos, la parte antigua que corresponde al barrio de toda la vida y toda la zona nueva que se ha llenado de jóvenes y profesionales de mas o menos éxito y que ha cambiado la faz del barrio y es curioso como este divorcio se plasma incluso en los resultados electorales.

Mi barrio tiene un aire a pueblo. Pueblo que efectivamente era hasta los años 50 del pasado siglo cuando por un decreto del dictador se decidió que todos los pueblos que rodeaban Madrid pasasen a ser parte de la capital, ya que no se podía permitir que la capital del imperio español tuviese menos población que Barcelona y así, Vallecas, Vicálvaro, Hortaleza, Fuencarral, Carabanchel … pasaron a ser parte del Madrid capitalino, aunque no por ello dejaron de mantener su propio ritmo, algo distinto del resto de la ciudad.

Así, salvo en las zonas de reciente construcción llenas de bloques inmensos, de pisos autistas, donde no se ve un solo niño jugando por calles sin alma, el resto del barrio son casas como mucho de 4 plantas, con multitud aún de casitas que mantienen vivo el recuerdo de una época que ya se fue, con gente que se conoce de toda la vida y que se paran a charlar en las esquinas, o se saludan cuando salen a pasear por las tardes.

No, no es un barrio bonito, ni mucho menos, ni tampoco conserva grandes vestigios de su pasado como pueblo salvo la bonita iglesia del siglo XVI, con su campanario y sus cigüeñas, algunas casas diseminadas por aquí o por allá, y algún topónimo en el callejero como calle del lavadero, o calle del tendedero, o de la fuente de arriba.
Y es aquí en esta zona del barrio tradicional donde se ubica uno de los edificios que más me gusta de mi barrio y que aunque parezca paradójico más me gusta enseñar, junto con la iglesia, a mis visitantes. Es el mercado o galería comercial. No es un mercado con puestos de diseño , o llenos de “delicatessen” no, todo lo contrario. Es un mercado de los de toda la vida en Madrid de los de 2 plantas, plenas de pequeños puestos, con la mercadería expuesta tras los típicos mostradores de cristal, así nos encontramos con el frutero que se ha adaptado a los nuevos tiempos y vende desde la tradicional manzana reineta hasta plátano macho , el huevero que solo abre los martes y los jueves, el charcutero o con el pescadero y su genero cubierto de escamas de hielo. También y por otro lado me encanta observar el cambio que se ha producido en los dependientes, que sin dejar de ser amables, de preguntarte por tu familia y aconsejarte de cual es el mejor genero, han dejado de ser “Lolo el lechero”, o “Luis el pescadero”, para pasar a ser “Nadia la rumana” que lleva el pequeño colmado y que de vender pinzas de la ropa, aceite y latas de sardinillas ha pasado a ser una tienda de productos Rumanos, Búlgaros y de Europa del este en general, o Nelson el Boliviano que tiene unas lechugas fresquísimas y siempre me regala cilantro para mis cebiches, o Mammouf el marroquí que vende riquísimos encurtidos aunque claro según su sabia opinión, ninguno como los que se producen en su tierra allá en el lejano Atlas.

Ellos al igual que el sastre remendón de toda la vida, aunque ahora se llame reacomodo y retállaje de la ropa, o Juan como quiere que le llamemos, el chino de la esquina que acaba de tener un precioso crío, que no cierra nunca y que nos ha salvado mas de un momento de apuro un domingo por la tarde, siempre con su tele emitiendo películas chinas de artes marciales o, los paquistaníes que recién han abierto un ”donner keebak” al final de la calle, o la gitana que vende flores en su pequeño kiosco, ellos y mucho mas que no nombro son los verdaderos artífices de que nuestro barrio no languidezca, de que siga manteniendo el espíritu del pueblo que fue, que nos apetezca salir a comprar por el barrio en lugar de ir a una gran superficie comercial, o el super.

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