5 AÑOS ATRAS


En esa época, estaba destinado en una oficina en la calle María de Molina esquina a la calle Velázquez. Mi compañero y yo, solíamos ir a comer a un cercano restaurante en la calle Diego de León. El típico restaurante donde van a comer los obreros y administrativos de la zona, todo el mundo conoce algún sitio así, ambiente agradable aunque ruidoso, camareros que te tratan como si fuese tu amigo de toda la vida, comida variada y abundante y sobretodo no muy cara, además como forma de atraer o premiar, lo siento no me gusta la palabra fidelizar, cada 15 comidas que realizabas tenias derecho por el mismo precio de un menú normal al menú especial que normalmente costaba el doble.

Así que desde la tarde anterior mi compañero - Jorge - y yo estuvimos soñando y fantaseando con los ricos pimientos rellenos de bacalao y el chuletón de Buey que nos íbamos a comer el día siguiente y como nos las íbamos a arreglar para trabajar luego por la tarde después de esa para nosotros ,opípara, comida .

Ese jueves, el día empezó como siempre, un montón de gente presurosa en el metro camino del trabajo, unos leyendo, otros charlando con los amigos. Tampoco fue diferente al llegar a la oficina, al saludar a Rosa y al par de chicas que por entonces estaban en recepción. Ni al encender el ordenador para empezar a ver las tareas diarias. Pero poco a poco fueron llegando hasta nuestro despacho noticias sueltas, algún lloro, teléfonos sin contestar, voces de preocupación, así que intrigado entre en Internet y allí, estaba la noticia destacada, ocupando toda la pantalla del ordenador. Al principio todo era confusión, no se sabia con claridad que había ocurrido, ni cuantos los muertos o heridos. Desde ese instante y durante dos días el trabajo lo tengo en una nebulosa, miento, no existió. Llamadas a casa, para tranquilizar a la familia, a tíos que pensaban que seguía utilizando el tren para ir al trabajo, a amigos que viven por la zona y utilizan cercanías. Los muertos y heridos crecen, ya no solo es en Atocha, es en el Pozo, es en Santa Eugenia, empiezan a llegar anuncios de los hospitales solicitando sangre, las primeras noticias de actos heroicos.

Al mediodía, recuerdo como nos sobrecogió el silencio que inundaba las céntricas calles, a esas horas siempre vozangleras, la quietud de unas calles siempre vitalistas y frenéticas, la falta de ese rumrum producto del tráfico, del ajetreo diario, que siempre acompaña a cualquiera que ande por las calles madrileñas.

La tarde pasó rápido, y mientras aquí se fraguaba una gran mentira, mantenida mas tarde hasta la nausea, los medios extranjeros ya apuntaban a los autores de la masacre.

Regrese a casa, nunca en mi vida un viaje en metro ha sido tan agobiante, tan opresivo, tan interminable, los escasos viajeros a una hora en el que el metro siempre va a rebosar, guardábamos silencio, ni una risa, ni un comentario, solo intercambios fugaces de miradas buscando en los ojos del otro apoyo, consuelo, solidaridad y comprensión, teníamos miedo y buscábamos con quien compartirlo. Aliviado, por que no decirlo llegue a casa y empezó otra historia. Recuerdo que aquel día llore, pero no con lagrimas en los ojos, que esas son faciles de conseguir, pero si con lagrimas en el corazón y aún hoy al recordarlo noto dolor en mi corazón
Por cierto no recuerdo si el chuletón estaba bueno o malo, jugoso o seco, en su punto o pasado. Lo que si recuerdo que nos planteamos si era ético o moral celebrar aquella comilona ese día.

Solo deciros que yo por lo menos no os olvido.

P.D. Aunque los hayamos olvidado, aún hay victimas de ese atentado como esa joven , Laura es su nombre que sigue en coma 5 años después, y todos esos que no tienen nombre y apellidos que nunca se han terminado de recuperar de sus heridas ya sean física o mentales .

Comentarios

charada2 ha dicho que…
A muchos kilómetros de distancia, yo entonces no trabajaba por las mañanas y me había levantado pronto para esperar a que un amable chico de Telefónica viniera a ponerme la línea aprovechando una oferta. Lo viví desde el primer momento pegada al televisor, al principio tratando de superar la creencia de que habían sido mis "compatriotas" y la vergüenza que ello me producía, pero luego ya superando el dolor que sólo veía y que casi podía oler.

A los que lo vivísteis en Madrid, los demás de los españoles debemos deciros que no olvidamos tampoco.
No se puede olvidar, mejor dicho, no se debe olvidar.

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