VIAJES vs TRASLADO



No revelo un secreto si cuento que he estado este pasado fin de semana en Cantabria, aprovechando que la empresa me debía un par de días, he realizado unas minivacaciones y hemos disfrutado de 4 maravillosas jornadas en Santander. Que decir de la ciudad y sus alrededores, el Palacio de la Magdalena, las playas del Sardinero, el Paseo de Pereda, el de La Reina Victoria, la Plaza Italia o el edificio del banco de Santander, eso al igual que las calles del centro, llenas de bares que sirven unas tapas (esas gulas con gambas y salsa pesto) increíbles, sus mercados de diseño hacen de Santander un destino turístico de primer orden, además claro de disfrutar de unas temperaturas que viendo los calores que estamos padeciendo en este mi Madrid son envidiables.

Pero no quería hablar de la ciudad en si misma, que también es importante, mi intención es contar el viaje en si. Aquí surge un error muy común. Al igual que la gente confunde el oír con el escuchar, suele confundir el viajar con el trasladarse. Digamos que de entrada a la gente no le gusta viajar, lo que la gente quiere es llegar lo antes posible a donde sea y allí empezar a realizar actividades, como si el tiempo empleado en ir de su lugar de origen a su lugar de destino fuese un tiempo perdido, sin ningún interés por si mismo. Es lo mismo que confundir las guías pilots de cualquier ciudad con los libros de viajes.

Si observamos estos últimos, observamos que ya desde Homero, que es la Iliada si no un libro de viajes, lo que nos narran no ocurre en las ciudades, sino generalmente en el periodo que va de una ciudad a otra, de un pueblo a otro. Si abrimos cualquier libro por ejemplo de Javier Reverte, el que yo creo uno de los mejores escritores españoles de libros de viajes, sus encuentros con personas que parecen irreales de lo reales que son, sus descripciones no son de ciudades son de parajes, que ve a través de la ventanilla de su vehiculo. Para mi y claro sin la osadía de querer compararme con Reverte, el viaje es en si catártico. El montarme en el bus, en el tren o el avión, me voy despojando de capas de mi mismo como si fuera una cebolla, el ir sintiendo como durante el trayecto me alejo de mis problemas, de mi realidad del día a día, de cómo va cambiando mi percepción de lo que me rodea y mi humor, e ir viendo como ante mi se va abriendo todo un horizonte de posibilidades hacen que esas horas que van desde que salgo de mi ciudad hasta que llego a mi destino, sean todo un mundo de oportunidades. Es por eso que no comprendo que la gente se duerma en los viajes. ¿Cómo desconectan? ¿Cómo consiguen interiorizar su nuevo estatus? ¿Cómo son capaces de ignorar lo que la naturaleza nos ofrece en ingentes cantidades y es gratis, la belleza del paisaje?. Hay momentos en mis viajes que se han grabado a fuego en mi memoria, aquel burro dando vueltas a la noria del pozo, en medio de un tórrido agosto en Anatolia central, o aquella otra tarde viajando por el interior de Suecia, viendo sus verdes campos, sus rojas granjas de blancas ventanas cuando de repente se desencadeno una tormenta y todo cogió una apariencia irreal, con los colores hasta entonces tan brillantes difuminándose bajo la cortina de agua. Al igual que ha pasado en este ultimo viaje, pasar de los verdes prados cantabros, a los bosques palentinos y de ahí a los dorados trigales de la meseta castellana todo en el transcurso de un par de horas, hace que mi alma, mi ethos , perdón por el termino, cambie, se modifique y yo creo me hace mejor persona.

Por cierto y cambiando de tema, no se si habéis observado esa nueva estrella algo rojiza que resplandece en nuestro cielo estas noches. Es el planeta Marte y por una de esas casualidades de la vida, no se podrá observar tan de cerca hasta pasados 100 años, así que aprovechar y disfrutad del espectáculo.

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