¿MIEDO?
No siempre son momentos agradables los que vives en los viajes:
Vamos camino del Monte Nemrut en el Kurdistan Turco. Nuestro Microbús se detiene junto a un puesto Militar. El conductor habla con el que parece el oficial. Un joven soldado, no mayor de 17 años sube a nuestro vehiculo, le hacemos sitio. Un jeep cargado de soldado se pone delante de nosotros, otro jeep va justo detrás. Nos preocupamos, nunca he visto tantos soldados a mi lado. En la cima, hay un equipo de la televisión local, nos entrevistan. Somos los primeros turistas que llegan allí en 5 años, a los últimos, unos italianos les había secuestrado la guerrilla kurda y aún seguían en su poder.
Estamos paseando por la ciudad de Arlington, al lado de Washington D.C. bellas casas ocultas entre pinos. Los jardines se ven cuidados con hermosos parterres de flores, al doblar una esquina, vemos un grupo de gente con monos naranjas junto a una camioneta, al observarlos vemos que están encadenados por los pies. En los monos pone “County Jail” caemos en la cuenta que son presos, que están haciendo trabajos forzados. Pasamos a su lado, el guardián nos observa desde la camioneta. Los jardines aun siguen teniendo un magnifico césped, vemos que algunos tienes un letrero. Nos acercamos y leemos. Es un aviso. Propiedad privada –dice- El dueño tiene derecho a disparar sin preguntar.
Tras una tarde por el centro de San Petersburgo, cogemos el metro y nos bajamos en un mercadillo, curioseamos, compramos unas matruskas, nos ofrecen chupitos de vodka, los acepto. Realmente poderoso. Decidimos ir andando al hotel, preguntamos a un señor, el nos indica la ruta del bus, nosotros le decimos que queremos andar, nos indica el camino. Al tercer giro en una esquina, nos hemos perdido, anochece. El barrio no ofrece buena pinta, altos bloques de 13 o 14 plantas con las fachadas llenas de desconchones, jardines degradados, portales rotos y abiertos, la gente se reúne delante de los edificios y hace fogatas, giran la cabeza al vernos. Miento si digo que no sentía inquietud. Obviamente se nota que no somos de allí, un borracho se nos acerca, nos suelta una parrafada en ruso. Vemos un pequeño café, entramos, la dueña una típica mujer rusa, nos mira intrigada. No habla Ingles, nosotros ni papa de ruso. Al final, conseguimos hacernos entender, por señas nos indica donde esta nuestro hotel. Seguimos la orilla del Neva, al poco vemos la figura del hotel, respiramos tranquilos.
San Sebastián, es una de las ciudades más bonitas y señoriales de España. Es la primera vez que A. y yo viajamos por España. Hemos ido a ver a unos amigos. Hemos pasado el día en la playa, visitado la catedral y ahora estamos por la parte antigua, tomando pintxos y bebiendo txakoli, andamos por sus estrechas calles, es inevitable al ver los carteles a favor de los presos etarras, las consignas independentistas y las pancartas jaleando a eta sentirse un poco intimidado. Entramos en una tasca, nos sentamos y pedimos una nueva ronda de pintxos y más vino. La gente habla en voz alto, ríe, cuenta chistes e historias, hay bullicio, alegría, vida. De repente un rumor viene de la calle, miramos por los ventanales, vemos gente asustada, corriendo, el dueño sale de detrás de la barra y echa el cierre al local, la vida se paraliza, las palabras se desvanecen en el aire y se hace el silencio, no se sabe de donde surge el miedo y la ansiedad. Al poco vemos a un grupo de jóvenes, unos 100 mas o menos, gritando a favor de eta y mueras a España. Van volcando a su paso las papeleras y cubos de basura. Miro alrededor alguna gente baja la cabeza, otras hacen gestos negativos, algunos parecen acostumbrados. Los jóvenes se desvanecen por las callejas, el local vuelve a abrir, la gente vuelve a reír y charlar, nadie comenta nada, mis amigos siguen la conversación en el punto donde se interrumpió. Al poco aparece una dotación de la ertzaintza . Vamos a otra taberna, aunque los ánimos ya no son los mismos.
Vamos camino del Monte Nemrut en el Kurdistan Turco. Nuestro Microbús se detiene junto a un puesto Militar. El conductor habla con el que parece el oficial. Un joven soldado, no mayor de 17 años sube a nuestro vehiculo, le hacemos sitio. Un jeep cargado de soldado se pone delante de nosotros, otro jeep va justo detrás. Nos preocupamos, nunca he visto tantos soldados a mi lado. En la cima, hay un equipo de la televisión local, nos entrevistan. Somos los primeros turistas que llegan allí en 5 años, a los últimos, unos italianos les había secuestrado la guerrilla kurda y aún seguían en su poder.
Estamos paseando por la ciudad de Arlington, al lado de Washington D.C. bellas casas ocultas entre pinos. Los jardines se ven cuidados con hermosos parterres de flores, al doblar una esquina, vemos un grupo de gente con monos naranjas junto a una camioneta, al observarlos vemos que están encadenados por los pies. En los monos pone “County Jail” caemos en la cuenta que son presos, que están haciendo trabajos forzados. Pasamos a su lado, el guardián nos observa desde la camioneta. Los jardines aun siguen teniendo un magnifico césped, vemos que algunos tienes un letrero. Nos acercamos y leemos. Es un aviso. Propiedad privada –dice- El dueño tiene derecho a disparar sin preguntar.
Tras una tarde por el centro de San Petersburgo, cogemos el metro y nos bajamos en un mercadillo, curioseamos, compramos unas matruskas, nos ofrecen chupitos de vodka, los acepto. Realmente poderoso. Decidimos ir andando al hotel, preguntamos a un señor, el nos indica la ruta del bus, nosotros le decimos que queremos andar, nos indica el camino. Al tercer giro en una esquina, nos hemos perdido, anochece. El barrio no ofrece buena pinta, altos bloques de 13 o 14 plantas con las fachadas llenas de desconchones, jardines degradados, portales rotos y abiertos, la gente se reúne delante de los edificios y hace fogatas, giran la cabeza al vernos. Miento si digo que no sentía inquietud. Obviamente se nota que no somos de allí, un borracho se nos acerca, nos suelta una parrafada en ruso. Vemos un pequeño café, entramos, la dueña una típica mujer rusa, nos mira intrigada. No habla Ingles, nosotros ni papa de ruso. Al final, conseguimos hacernos entender, por señas nos indica donde esta nuestro hotel. Seguimos la orilla del Neva, al poco vemos la figura del hotel, respiramos tranquilos.
San Sebastián, es una de las ciudades más bonitas y señoriales de España. Es la primera vez que A. y yo viajamos por España. Hemos ido a ver a unos amigos. Hemos pasado el día en la playa, visitado la catedral y ahora estamos por la parte antigua, tomando pintxos y bebiendo txakoli, andamos por sus estrechas calles, es inevitable al ver los carteles a favor de los presos etarras, las consignas independentistas y las pancartas jaleando a eta sentirse un poco intimidado. Entramos en una tasca, nos sentamos y pedimos una nueva ronda de pintxos y más vino. La gente habla en voz alto, ríe, cuenta chistes e historias, hay bullicio, alegría, vida. De repente un rumor viene de la calle, miramos por los ventanales, vemos gente asustada, corriendo, el dueño sale de detrás de la barra y echa el cierre al local, la vida se paraliza, las palabras se desvanecen en el aire y se hace el silencio, no se sabe de donde surge el miedo y la ansiedad. Al poco vemos a un grupo de jóvenes, unos 100 mas o menos, gritando a favor de eta y mueras a España. Van volcando a su paso las papeleras y cubos de basura. Miro alrededor alguna gente baja la cabeza, otras hacen gestos negativos, algunos parecen acostumbrados. Los jóvenes se desvanecen por las callejas, el local vuelve a abrir, la gente vuelve a reír y charlar, nadie comenta nada, mis amigos siguen la conversación en el punto donde se interrumpió. Al poco aparece una dotación de la ertzaintza . Vamos a otra taberna, aunque los ánimos ya no son los mismos.
Buen finde.
Comentarios
un beso
Carmen
Buen finde.
Un beso.