MIERDA

Si no lo estuviera viendo con mis propios ojos, la escena podría corresponder a una película de Kusturica o algún otro director eslavo. Hemos descendido de un coche y vamos andando por un campo, a nuestro alrededor pastan algunos caballos, las patas delanteras atadas con una cuerda, algunos relinchan a nuestro paso, otros siguen ajenos a nuestra presencia intentando remolear la poca hierba que el seco campo les ofrece.

Avanzamos por lo que alguna vez fue un campo arado, al fondo cerca de una linde, veo un tractor que haría las delicias de un anticuario, a la izquierda hay una familia reunida alrededor de un fuego, distingo un par de crios que juegan persiguiéndose. Una mujer mayor se levanta al vernos llegar, esta vestida con largas faldas y blusones y se ajusta un pañuelo a la cabeza. Otra mujer algo mas joven, seguramente la hija o la nuera de la primera permanece junto al fuego, despacio añade otro tablón a la lumbre para evitar que se apaga. Un hombre vestido con una camiseta amarilla esta sentado junto a la mujer mas joven, al vernos llegar se levanta y se dirige hacia un chamizo formado por cuatro tablas y unos plásticos. Unos perros atados a unas estacas nos ladran. A la derecha del tractor hay dos pequeños corrales. Son corrales improvisados, formada la valla por somieres de colchones y hierros arramblados de aquí y de allí. En el primer corral, hay dos corralitos más pequeños, en uno de ellos hay un burrito blanco, en el otro unas ovejas comen algo de paja. El segundo corral es más grande y al igual que el primero dentro de el tiene otro corralito mas pequeño. Mas tarde averigüaré que esta lleno de corderillos.

R. se separa del grupo y se dirige hacia la mujer mayor. Se abrazan y se dan dos besos. Charlan durante unos minutos, mientras nosotros descargamos, las palas y las carretillas de la furgoneta, que ha aparcado cerca del corral. Tras la conversación. R, se acerca a nosotros y nos comunica que tenemos que ir al corral mas grande, que es ahí donde tenemos que realizar nuestra labor. Entramos a los corrales, el olor es fuerte pero soportable y esta vez la ausencia de lluvia es una bendición, el estiércol, esta seco y no se pega a nuestras botas. Una vez en el corral grande, R. nos explica que tenemos que hacer, y es llenar las carretillas de estiércol y llevarlas hasta nuestra huerta, distante unos 50 metros del corral. Para ello primero tenemos que limpiar el estiércol de las hojas y paja que lo recubre y después hacer pequeños montones. Una vez amontonado llenar las carretillas y llevarlas hasta el huerto donde haremos un gran montón. Nos ponemos manos a la obra, pronto todo el aire se llena de polvo. Polvo de estiércol, un polvo que impregna nuestras ropas, nuestras narices, nuestra garganta, trabajamos con ganas, nos turnamos para llevar las carretillas y para llenarlas, ninguno descansa, el que no esta rastrillando, esta llenando una carretilla y si no esta yendo o viniendo del huerto. Si por un casual, las tres carretillas están en camino, llenamos sacos algunos de aspillera otros de plástico, que amontonamos fuera del corral. Estamos mas o menos una hora trabajando en el corral. Habremos sacado unas 20 carretillas y unos seis sacos de estiércol. Son las tres y media de la tarde. R. nos indica que ya es bastante, abrimos unas botellas de cerveza y las bebemos mientras nos limpiamos un poco la cara y las manos, en la acequia de riego que pasa paralela al camino.

Nos acercamos al grupo, están preparando la comida, en una parilla han extendido unos chorizos y una panceta. La señora mayor se levanta nuevamente y se acerca a nosotros. Le preguntamos su nombre y su edad, nos responde se llama J, para nosotros desde ese momento la señora J y tiene 76 años, le preguntamos si es del pueblo, nos comenta que no y nos dice el nombre de su pueblo. Santa Cruz de la Zarza. No sabemos donde esta, nos lo explica como siempre se explican estas cosas, dándonos el nombre del pueblo mas importante de la zona. Ahora lo ubicamos es de una provincia vecina. Pero mi marido es de aquí, y aquí nos vivimos. Estamos conversando con ella unos diez minutos. E. pregunta a la mujer si le gusta esta vida, el estar en el campo, el contacto con los animales y la contestación de la Señora J. fue la siguiente.

De verdad crees que me gusta esta mierda de vida. Con lo bien que estaba mi marido trabajando en la fabrica de schweppess , que hasta traje y zapatos buenos llevaba. Pero a el le tiraba esto y aquí estamos. Pero dime a quine le puede gustar esta mierda de vida. Además antes se vendía algún cordero, pero ahora es imposible, nos sigue comentando la señora J, pero ahora entre la crisis y que para matar un cordero, tienes que llevarlo al matadero, que te lo maten, lo preparen y todo, no sale a cuenta. Ya me diréis.

Tras unos minutos mas de charla, nos alejamos de la señora J y su familia y nos dirigimos a hachar un vistazo al huerto, R. y C. nos comentan lo que hay plantado en cada surco, veo por primera vez en mi vida la planta de las coles de Bruselas, juro que no me la había imaginado así, También nos muestra unas lechugas tempraneras, pero han sido atacadas por las cabras que un día se le escaparon de la señora J, y están todas mordidas, esperemos que renazcan.

Despacio, malolientes, cansados pero satisfechos, nos dirigimos al coche, tenemos que volver al pueblo. El resto del grupo nos espera para continuar con las actividades del sábado.

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