LA PESADILLA II
II
Al imaginarme la escena,
al imaginarme la lucha, los muertos en
las calles, la pesadilla vuelve a mi mente. Intento evitarla concentrando mi
mirada en la calle vacía. Las farolas de luz mortecina, lanzan sombras más que
iluminan. Ni siquiera la cruza un miserable perro. Imagino que a estas horas ratas
y cucarachas son las dueñas de las calles pero estoy demasiado alto para poder
verlas y de nuevo la pesadilla llena mi mente. Que extraña relación hace que al
pensar en esos animales pequeños y asquerosos, sus rostros vengan a mí. No quiero llamar
mucho la atención asomado a la ventan, no es bueno en estos tiempos, no sabes
quien puede estar observando. Así que me aparto de la ventana y me dirijo de
nuevo hacia la cama. Me tumbo y allí en esa triste habitación se me aparecen las caras
de mis amigos, de mis conocidos,
de mis compañeros y les veo muertos. A veces también se me cruza la imagen de
mi esposa, ¿porqué mi esposa? También muerta. Muertos, torturados y vejados por
las fuerzas del régimen. Sus caras
desencajadas, por el miedo, por el dolor, por la sorpresa. Se nos contó, que eran rebeldes y que por ello debían morir. ¿Pero
quien es el juez que decide quien es
rebelde y quien no lo es? Recuerdo sus voces, sus risas, sus lloros, su mirada
clavada en mi. Se el día y la hora en
que les detuvieron, que hacían en ese preciso momento, se como les
asustaron, se como les amedrentaron, se como les obligaron a delatarse unos a otros, se que instrumentos
utilizaron para torturarles, se como y cuando quebraron su confianza, se como
les vejaron. ¿Cuántos mas? ¿Quiénes quedan? Hago un recuento y se me aparecen más nombres
y más caras. Debo descubrirlos, saber donde
están para avisarles para que escapen,
para que se pongan a salvo. Sin ellos todo esta perdido, con ellos todo esta
ganado. Oigo un ruido en la calle, me sobresalto, un coche se detiene en la
esquina, muy cerca. Me pongo alerta, quizás vengan a por mí. ¿Quien? No lo se,
quizás sean ellos para ajustarme las cuentas o quizás los míos para que se las
ajuste a alguien. Da igual, el resultado
será el mismo, muerte y dolor. En la
noche resuenan los golpes en una puerta. Oigo gritos, escucho el sonido de una
carrera apresurada, nuevamente disparos, el sonido sordo de un cuerpo al caer
llega a mi, mas carreras, oigo de nuevo el sonido del coche al huir
apresuradamente, luego otra vez el silencio que todo lo cubre, que todo lo
oculta. Ya ni los perros ladran, ellos
también tienen miedo. Este lugar ya no es seguro, mañana me cambiare de hotel.
¿Dónde iré? ¿A cual? No lo se, tampoco me importa, solo se que necesito
descansar y que no puedo hacerlo. Mis pesadillas
no me lo permiten, da igual el sitio, siempre me atacan de nuevo, impidiéndome
descansar. Nada mas cerrar los ojos vuelvo
a ver a mis amigos, con sus ojos implorando piedad, suplicando la muerte que no
les llega. No, no soportaría que más de ellos cayesen en manos del carnicero.
Que más de ellos le suplicasen sin esperanza que acabase con ellos y así acabar
con su sufrimiento
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