ASHÁNÍNKHAS
Ayer como todas las mañanas
compre el periódico, y como siempre estaba ojeándolo en el autobús camino del
trabajo. ¿Las noticias? que si el
espionaje de los EEUU, que si la crisis, que si la derrota del Madrid. En fin las
mismas cansinas y aburridas noticias d siempre. En esa estaba, cuando llegue a
la última página del diario. Aquí normalmente y bajo un artículo de opinión de
un afamado escritor o intelectual, suele haber una entrevista ligera a un músico,
a una celebridad, a algún famoso, o más generalmente a algún activista de causas más o menos nobles.
Mire el nombre de la entrevistada
que es el de Ruth Buendía y no me dijo nada, pero algo en la foto de esta
mujer, una mujer de aspecto “originario”, con su cara pintada me hizo echarle
un vistazo. Reconozco que al principio fue en transversal, pero una palabra del
texto me llamo la atención y me hizo leer el artículo con más detenimiento. La palabra
era Ashánínhkas.
Resulto que la mujer era la lideresa de un movimiento
conservacionista Ashánínkha que lucha por que el estado peruano y el brasileño respeten sus derechos ancestrales sobre sus
tierras y a poder disponer de ellas y a no tener que abandonarlas ya que estas
se verán inundadas por la construcción de una gigantesca presa en Brasil, y
unas plantas eléctricas en la provincia de Junín en Perú . Y claro os
preguntaréis, pues muy bien, peor que tiene eso de especial. Y lo de especial
es que yo, aquí donde me veis, soy miembro honorario, que no honorifico, ya que
el honor me lo concedieron ellos, de la tribu amazónica de los Ashánínkhas,. Con
derecho a participar en sus asambleas comunales y a vestir la cushma y pintarme
la cara con la roja sangre conseguida al exprimir el achiote.
Ese año A. y yo, nos habíamos
decidido a conocer la sierra central del Perú, y después de haber pasado unos días
en la pequeña ciudad de San Ramón en el distrito de Chanchamayo haciendo
excursiones por todos los valles, montes y riscos de la zona, visitando
pueblitos con más o menos encanto, disfrutando de la cerveza y la comida de la
zona como el tacaco y el majas habíamos aliviado nuestro calor bañándonos en todos los ríos y cascadas dignas
e tal nombre que hay en el distrito, algunas
altas y poderosas otros más pequeñas y humildes, todas eso si rodeadas de
bosque tropical alto, que en algunos casos hacían muy dificultoso el acceso. Incluso
habíamos visitado en La Merced un centro de recuperación de animales salvajes,
donde la policía ecología depositaba todos aquellos animales que eran decomisados
a los traficantes de animales. Allí vimos tigrillos - felinos algo más grandes
que un gato-, cocodrilos, varias clases de monos, cientos de mariposas,
tortugas carnívoras que eran capaces de cortarte un dedo con su pico y varias
decenas de animales más. Antes de proseguir nuestro viaje a la ciudad de Oxapampa,
decidimos pasar unos días en un poblado Ashánínkha
que ofrecía alojamiento a los viajeros a un precio verdaderamente económico y es
un medio de ayudar al sostenimiento de estas comunidades, cuya vida está basada
en una agricultura básica, en la cría de
algunas gallinas y cerdos y en la guerra. Porque los Ashánínkhas son un pueblo
guerrero y están orgullosos de serlo, y en como plantaron cara a los terroristas
de Sendero Luminoso y consiguieron que estos no se extendieran mas en esta
región .
Y
allí pasamos tres días, en los cuales dormimos en unas humildes chozas
de paja, en los cuales los mosquitos convirtieron mis piernas en ilustraciones
para un tratado de alergología y picaduras bestiales, donde compartimos sus
alimentos y ayudamos en la medida de nuestros conocimientos y posibilidades al
día a día de la comunidad. Poco antes de nuestra marcha, en una sencilla
ceremonia, nos pintaron en la cara sus dibujos ancestrales a base de pigmento rojo
sacado de la planta del achiote, y que aquí entre nosotros tarda una semana en
desaparecer, y nos permitieron vestir la
cushma , una túnica de tela marrón con ribetes rojos. También nos concedieron el honor de participar
en la asamblea comunal que en ese momento se estaba realizando en el centro del
poblado .Nosotros agradecidos tomamos nuestros sitios y permanecimos callados
mientras la gente exponía sus opiniones y pareceres sobre los más diversos
asuntos. Unos se expresaban en español, otros en su idioma nativo pero todos
hablaban con firmeza y respeto. Al poco la
asamblea termino y nosotros nos despedimos de nuestros amigos mientras nos preparábamos
para nuestra marcha no sin antes claro comprar algún recuerdo en la pequeña tienda de
artesanía del poblado, nos fuimos.
Desde entonces siempre que ha
habido en Madrid algún acto relacionado con el pueblo Ashánínkha y aunque pueda
parecer mentira es alguno, tanto A. como
yo hemos acudido a mostrar nuestro apoyo y cariño a aquellas personas que en lo
más profundo del Perú nos abrieron sus casas
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