PUNO
Es casi amanecida cuando salgo del hotel por la puerta trasera y me dirijo
al pequeño santuario que creo pre-inca y que se ve desde la ventana de mi
habitación. Realmente, visto de cerca no es gran cosa,
un rectángulo excavado en la tierra y bordeado por un pequeño muro de
piedras irregulares. A diferencia de otros templos y santuarios no tiene altas paredes de piedras
perfectamente pulidas y ensambladas, tampoco tiene las típicas hornacinas en
las paredes, ya que básicamente no hay paredes, donde se colocaban ofrendas y momias. Me sitúo
en la entrada del templo, delante de la pequeña escalera de acceso y echo una ojeada. Lo que intuía desde mi
ventana y que yo atribuía que se yo, quizás a un mal ángulo de visión debido a la lejanía, a una broma
debido a la luz de la tarde, o a la suciedad de los cristales, se confirma.
Vaya me digo para mi, esta vez no me va a hacer falta leer las pequeñas
placas con explicaciones que están situadas a mi izquierda, ni ser un experto
en cultura peruana para comprender que el templo donde estoy, no es un templo
normal. Claramente no es un templo dedicado al Sol. Visto desde arriba, parece
una pequeña plantación de setas. Desciendo por
los dos pequeños escalones que forman la escalera y me sitúo en uno de los
lados cortos del rectángulo que es el templo. El espacio no es muy grande a los
sumo mide 6 x 15 metros y el suelo esta lleno de las pequeñas esculturas
talladas en piedra alineadas en filas y
que representan sin lugar a dudas penes.
Como en la vida misma, los hay de todos los tamaños, algunos son altos, me
llegan mas arriba de las rodillas y
finos, otros son pequeños y gruesos. No parece que haya ningún orden, alguno de
ellos esta quebrado en su punta o rotos por la mitad, pero en general están en
muy buen estado. En un lateral, un pene más grande y elevado hace las veces de
altar mayor y punto de fuga de las demás filas. Efectivamente todo parece
indicar que estoy en medio de un templo dedicado a la fertilidad. Intento
recordar lo que se sobre culturas pre-hispánicas y se con seguridad que nunca
he leído nada sobre un templo de penes, pero quien sabe, lo mismo este templo
tan pequeño, tan apartado de las grandes rutas monumentales ha pasado
desapercibido o no ha llamado la atención. Pero la realidad es tozuda y según
las placas de la entrada que por fin me dedico a leer y que posteriormente
confirmaría , si podéis llamarme desconfiado, las figuras que inundan el patio
del templo son, lo que parecen ser desde el principio y no lo que me
imaginación calenturienta quiere ver. Las pequeñas construcciones son realmente
champiñones y es un templo construido en honor a la Pachamama, a la madre
tierra y que debido a la conquista y al posterior sincretismo religioso se ha convertido en un
sitio de peregrinación católica. Y así la pagana Pachamama ha sido asimilada a la muy católica
Virgen Maria. Así que al final tenemos un tempo lleno de penes, perdón de
champiñones, dedicado a la Virgen Maria. Realmente no se que pensara el
Vaticano de todo esto pero estoy seguro de que mucha gracia no debe hacerle.
No muy convencido, aún hoy sigo pensando que
no eran champiñones y con mi pequeña mochila roja que siempre me acompaña al hombro y
tras hacer las fotos de rigor, me doy la vuelta y me alejo despacio del
templo, camino por las calles del
tranquilo pueblo de Chuchito, un pueblo bonito y tranquilo y me dirijo a coger
el colectivo que me llevará a la cercana Puno, la capital del departamento.
Avanzamos deprisa por la carretera, siempre se avanza deprisa en un
colectivo. A mi derecha el sol aún mañanero se refleja en el gran espejo, eso
si sucio, del lago Titicaca que es el lago
situado a mas altitud del mundo, como no paran machaconamente de recordarte
todas las guías de turismo, todas las publicaciones y sobretodo, todas las personas con las que por cualquier motivo entablas conversación.
Sonrío para mi, creo que si las otras cuatro personas con las que comparto el vehiculo
supieran mi secreto, no se lo creerían y pensarían que el gringo, en esa época
aún no me habían degradado si es que eso es posible a Limeño mirafloriano, les
estaba tomando el pelo. Realmente no soy mucho de creer en casualidades, ni en
las bromas del destino y ciertamente
cuando me compre mi casa en un barrio obrero, queda mejor decir obrero que de
clase media baja, en Madrid estaba lejos de pensar que acabaría visitando el
lago que da nombre a la calle donde vivo.
Pero así de caprichosa es la vida. Antes de que mi ensoñaciones lleguen mas
lejos, el coche se detiene en la plaza de armas de Puno.
Miro a mí alrededor, sin tener muy claro donde dirigir mis pasos y así
gastar el tiempo que tengo hasta la hora
en la que debo estar en el embarcadero del lago para realizar la visita al
mismo que tengo concertada . Decido subir hacia el cerro que se alza detrás de la Catedral y así
tener una panorámica de la ciudad con el lago al fondo, una bonita foto bien vale
la caminata. Subiendo por sus calles, me doy cuenta de que Puno es alegre, dinámica, desordenada, con un
punto decadente y musical, ante todo musical. Desde cualquier coche, local,
oficina, sale música que inunda las calles, poco después hablando con un
taxista me enteré que se autodenomina la capital musical del Perú, por la
variedad y riqueza de su música y eso en
un país en que cada región, cada ciudad y casi cada aldea tiene su propia
canción y ritmo es mucho decir. Ascendiendo
lentamente camino de mi objetivo, parándome de vez en cuando delante de un
“abarrotes” como aquí llaman a los colmados, viendo la cantidad de cacharros y
productos que allí se venden, preguntándome para que sirvan alguno de ellos. Me
asomo cauteloso tras una gran puerta metálica de color azul, que debería cerrar
un patio pero que no cumple su función y esta abierta y de la que salen ladridos
y gruñidos. Lo que veo es un espectáculo bastante desagradable. Hay dos perros
luchando y mordiéndose entre si, hay gente alrededor con fajos de soles en las
manos, gritan y azuzan a los perros, animándoles a seguir su lucha. Hablan
también entre ellos, riendo, y algunos billetes cambien de mano, imagino que
son apuestas o pagos de las mismas. Uno de ellos se da cuenta de mi presencia y
me hace un gesto con la mano. Yo lo tomo como una invitación pero, prefiero
seguir mi paseo, me alejo del patio y sigo mi paseo asciendo un poco mas hasta
llegar a una plaza, en uno de los laterales hay un gallodromo, un lugar donde
se realizan peleas de gallos. En otro momento hubiese entrado a ver como es por
dentro pero después del espectáculo de hace un rato no tengo muchas ganas.
Mientras me siento en unas escaleras en el suelo para descansar, me viene a la memoria la historia que una vez
me contó mi suegra. Una historia que realmente parece una versión andina de “El
Padrino” .
“Érase una vez, allá en el lejano norte peruano, vivía un hombre que era gallero, esto es criaba
gallos de pelea. Los gallos lo eran todo
para el y todos los días pasaba por el criadero par verlos, Allí charlaba con la persona de
confianza que tenia encargada para vigilarlos y controlarlos. Como es normal,
por lo menos en los galleros, hablaban
de las peleas por venir, de cómo se recuperaban sus campeones de las heridas
recibidas en el último combate, de que
gallo tenían que cruzar con que gallina para
mejorar la raza o cual tenían que vender para sacar un beneficio o afilaban los espolones de los gallos que
tenían que competir en poco tiempo para que hiriesen con mas saña a sus
enemigos.
Aparte de los gallos al buen hombre tenía pasión por las mujeres y más concretamente por todas
aquellas mujeres que no fueran la suya. Pero claro el hombre no lo podía tener
todo y aparte de gallero e infiel, el hombre no era muy listo, ya que gustaba
de presumir de sus conquistas y mientras el hombre paseaba por la ciudad con su
última amor, la mujer a la que no le gustaban los gallos en demasía, pero menos
le gustaba que le anduviesen “sacando la vuelta constantemente” en su casa rumiaba su venganza.
Un día harta ya, dio con la solución. Se levanto y toda dispuesta fue al
galpón donde su marido tenia los gallos, Allí mintió al hombre de confianza
para que le diese los dos mejores gallos del corral, los dos que mas apreciaba
su marido.
Por la noche cuando el hombre llego su casa, la mujer comos siempre le
recibió con una sonrisa y la mesa preparada, cenaron y se dispusieron a irse a
la cama. Así cuando el hombre abrió su lado de la cama para acostarse vio allí, en medio de las
sabanas las cabezas de sus dos gallos preferidos
Según me termino de contar mi suegra, nunca mas se volvió a ver al hombre
con una mujer que no fuera la suya e incluso declino su pasión por los gallos”
Me levanto, y despacio voy descendiendo hacia el embarcadero. Al llegar veo
que ya me están esperando para hacer una breve excursión por el lado Titicaca.
Vamos a visitar las islas flotantes de
los Uros, islas hechas todas ellas de totora y que navegan libremente por el lago, llevando encima a sus habitantes.
-
Hola buenos
días,-digo mientras embarco.
-
Buenos
días- me saluda una pareja de jóvenes
que ya esta embarcada
-
Español
verdad –me dice el chico.
-
Si- le
contesto- ¿Cómo lo has adivinado?
-
Tienen una
acento muy marcado - me dice mientras se
ríe- es fácil reconocerles. Nosotros somos dominicanos
-
Ah-digo- ¿y
que hacéis por aquí?
-
Es nuestra
luna de miel- dice cogiendo la mano de u joven esposa.
-
Enhorabuena –
les digo, mientras les sonrío
Navegamos por el lago, me desilusiono un poco, no me imaginaba que en algunos
puntos, la orilla pudiese estar tan sucia.
Nos explican que todos los sistemas de alcantarillado de Puno y las demás
pequeñas ciudades que rodean al lago vierten sus aguas residuales directamente
al lago, sin depurar, y esto hace que se este nitrogenando en demasía haciendo
que las aguas se colmaten y que crezcan
en demasía los juncos y queden entre
ellos atrapados multitud de desechos.
Al poco llegamos a las islas, son una inmensa masa de balas de totora
unidas por finas cuerdas de algodón. La verdad impresiona que al descender del pequeño barco notar como tu
pie se hunde en el conglomerado de hierba. E impresiona aún mas saber que entre
tu persona y el fondo del lago, solo hay una capa de 40 centímetros de esa
misma hierba. Por aquí y por allí, se ven las aguas del lago, ya que la totora ha terminado por
pudriese y ha dejado un hueco en la superficie. Al poco tu cuerpo se acostumbra y el suelo
aunque sigue siendo inestable parece que no se va a hundir al caminar sobre el.
Te acercas al poblado, ves sus chozas, sus pequeña tienda, incluso han levantado una torres de cuatro o
cinco metros de altura de la que cuelga una campana. Todo salvo la campana esta
hecha de totora. Es en estas islas ratifícales donde sus habitantes hacen toda su vida. Solo se
acercan a tierra para comerciar y para llevar a sus niños al colegio. Allí
nacen y mueren. Un grupo de mujeres están tejiendo unas chompas -jerséis- que posteriormente venderán a los
turistas. Al fondo unos hombres están reponiendo con nuevos fardos de totora el suelo de una zona que se
había podrido y hundido completamente. Otro grupo esta cocinando al aire libre,
los niños juegan y corren a nuestro alrededor persiguiéndose unos a otros como todos los niños de todo el mundo. Hay algunos
animales sueltos unas gallinas y sus polluelos,
pollos, y algún pequeño cerdo. Es
un pueblo como cualquier otro del mundo salvo por que entre ellos y las aguas
solo hay unas pocas hebras de hierba.
Paso por la pequeña tienda, y no me resisto a compro un pequeño recuerdo,
no es que sea especialmente bonito, pero creo que es una forma de apoyar a esta gente,
a cuya forma de vida y no es por ser
agorero le quedan como se suele decir dos telediarios.
Cuando volvemos, esta anocheciendo. Puno esta iluminado y destaca en la oscuridad
que la rodea. Busco en el cielo y la encuentro, allí en lo alto destaca La Cruz
del Sur, las tres marías las llaman aquí. Me resulta fascinante mirar este
cielo nocturno, con unas constelaciones tan distintas a las que estoy
acostumbrado a observar.
Al llegar a la ciudad, me tomo una cerveza con los jóvenes recién casados.
Charlamos de sus próximos destinos en el Perú y les doy algún consejo. Un par
de cervezas después me despido de ellos y cansado me dirijo a la plaza donde
salen los colectivos hacia los diversos destinos. Tengo suerte y para Chucuito
aún sale uno. Pago mi asiento y espero pacientemente a que termine de llenarse.
Al llegar a la plaza me despido de mis
compañeros de viaje y doy una vuelta por el pueblo, no encuentro nada abierto
donde comer algo y tomar una cerveza. Así que me dirijo a mi hotel.
Me siento en el pequeño restaurante del hotel. Miro el menú. No es amplio
pero suena apetitoso. Bajo el epígrafe de pescado de la zona aparece la palabra
Trucha.
-
La trucha es
del lago-pregunto al camarero un poco escamado
-
No señor, me
dice, es de una piscifactoría cercana.
-
Entonces sopa
y trucha
-
Aprovechando que en la chimenea el fuego que calienta el restaurante esta
encendido, a 4000 metros siempre hace fresco por las noches, y mientras espero mi sopa de quinua , charlo un rato con el camarero.
-
Con que
madera hacen el fuego- le pregunto
-
Chachacomo y
queñual – me dice- ¿las conoce usted?
-
No, no – le
contesto- Nunca antes había oído el
nombre de esas maderas.
-
Si, son de por
aquí, me dice. ¿Ustedes que utilizan?
-
En España
utilizamos maderas como la encina,
-
¿Encina?, no la conozco señor
-
Si -le digo-
Es el árbol grande de hoja perenne y que da las bellotas. Estas las utilizamos
para criar chanchos.
-
Asuuu para
los chanchos. – dice sorprendido- No señor, no lo conozco. Perdone, me llaman de la cocina. Me dice,
mientras desaparece hacia el fondeo del comedor
Al poco aparece el hombre con mi
plato de sopa. Me la sirve y silencioso se vuelve a retirar. Aún no he
terminado la sopa, que aparte de estar belicosa, esta caliente y el cuerpo lo
agradece.
Aún no he terminado la sopa cuando el hombre aparece con la trucha. Es una
trucha asalmonada y esta rebozada y frita. Realmente si tuviera un trozo de
bacón en medio su preparación sería la misma que la de la trucha a la Navarra.
Además viene con una guarnición generosa de ensalada.
Me pregunta si deseo postre, y yo aprovecho y le pregunto si hay algún
sitio cercano y abierto, donde tomar una cerveza.
-
No señor, -me
dice- Lo único es en Puno pero, ya no hay manera de ir a menos que tenga carro.
Pero si quiere le puedo servir otra cerveza.
-
Gracias. – le
digo- Si tráigame esa cerveza y la cuenta.
El hombre vuelve a desaparecer por el fondo de la habitación, y al poco
regresa con una cerveza y la cuenta.
Pago, dejo algo de propina y
cogiendo mi cerveza me dirijo al pequeño jardín que hay en la parte delantera
del hotel y que llega hasta las mismas orillas del lago. Me siento en una
piedra, y vuelvo de nuevo la mirada al cielo. Me tomo la cerveza despacio,
disfrutando del momento.
Al poco siento frío y decido que es hora de acostarse. Me levanto y me
dirijo a mi habitación. Al pasar por el
bar, ya a oscuras, dejo el caso en la barra. Poco después esto tendido en mi
cama roncando.
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