ACOGIDA
Aquí estoy, dispuesta a entrar en
mi octavo hogar de acogida, y eso que solo
tengo cinco años. Y lo reconozco, estoy cansada de ir de un hogar a otro, de
ser recibida con alegría, que ahora después de varios desencantos, sé que es
fingida, de oír cosas horribles sobre mí, de los sarcasmos, de las risas y
chanzas a mi costa, de que a los pocos meses mi familia me abandone, sin ningún
miramiento, sin darme una segunda oportunidad. De verdad quiero creer que este nuevo
hogar será el último de mi andadura y conseguiré asentarme, ganarme el cariño
de la familia. Me gusta pensar
que por fin he encontrado un lugar donde disfrutar, donde hacer feliz a la
familia, un hogar donde poder estar en la mesa con los demás sin sentir vergüenza,
sin sentirme menospreciada por el resto. Aunque sé que será difícil, me miro y
no me reconozco, mi vestimenta antes alegre y colorida esta ahora desgastada y
apagada, mi apariencia antes luminosa es
ahora ajada y triste, yo que antes siempre estaba impoluta ahora porto encima
de mí una película de polvo de la que ya no consigo deshacerme, una tristeza me
invade que ya no soy capaz de ocultar
Mi vida comenzó al igual que las
de muchas otras, de una forma sencilla y sin preocupaciones. Simplemente allí estaba
yo, ignorante e impaciente, expectante, deseosa de salir y comerme en mundo. No
paso mucho tiempo hasta que fui adoptada por mi primera familia. Ellos me eligieron de entre mis compañeras en un
viaje de vacaciones y yo, lo admito, fui feliz inmensamente feliz. Pensé que mi
destino se estaba cumpliendo, que estaría con aquellas personas hasta el final
de mis días, que compartiríamos momentos de alegría, y que quizás en los
momentos de tristeza mi presencia, les traería
a la memoria el instante en el que nos encontramos y aunque fugaz una chispa de
alegría entraría se su corazón y les haría la situación menos dura y todo, gracias a mi. Al comienzo todo fue
bien, durante el viaje me procuraron toda clase de cuidados y atenciones, preocupándose
de que no me golpease y que no sufriese ningún daño. Una vez llegamos a la
casa, a la que yo por fin podía llamar mi casa, me enseñaron cual sería mi lugar en la casa, y
allí me lleve mi primera decepción. Yo pensé que sería única, que tendría un
lugar preponderante en la casa pero cuál fue mi decepción al ver que mi sitio
estaba entre otras como yo, que no sería distinta, ni especial, aún así mantenía
mi esperanza de estar entre las elegidas, no solo de estar si no de ser “LA
ESPECIAL” entre las especiales, la que estaría siempre presenta en todas las
celebraciones y momentos especiales de la familia. Al principio de mi estancia,
cuando no me elegían, tenía la esperanza de que me estuviesen reservando para
alguna ocasión única, para algo especial, pero según fue pasando el tiempo vi como
siempre eran otras las elegidas, como siempre había alguna otra delante mío, que
mi turno nunca llegaba y que poco a poco me estaba quedando relegada y me fui
apagando.
Un día todo cambio, ¡Por fin! de entre
todas, yo era la elegida, no cabía en mí de gozo, mi gran día había llegado, delante
de mí tenía la posibilidad de deslumbrar a todo el mundo así que me prepare y
me dispuse a dar lo mejor de mí misma. Pero cual no fue mi sorpresa cuando vi
que, de nuevo me protegían y salía de casa. Y así fue como llegue a mi segundo hogar,
totalmente decepcionada de no haber podido mostrar a mi familia mí autentica valía.
Pero no me arrugue y me dispuse a mostrar a mi nueva familia, las maravillas
que se habían perdido en mi hogar anterior, lo poco listos que habían sido al
no saber valorarme. Así que de nuevo me dispuse a lucir mis mejores galas, lo
mejor de mí. Allí estaba lo que siempre había esperado, desde que vi la luz,
estaba en lo mejor de la fiesta, con todo el mundo pendiente de mi, todos expectantes, curiosos, y yo me dispuse a
complacerles… Lo siguiente que recuerdo son sus risas, sus comentarios
despectivos, las injurias sobre mi origen, vi como mis múltiples partes eran abandonadas
a su suerte en cualquier rincón, cuando no directamente desechadas. En ese
instante quise gritar, decirles que no sabían quién era yo, que no me conocían,
que no me estaban tratando correctamente, que yo no estaba preparada para ellos,
que debería tener una preparación propia, pero ninguna voz salió de mí. Solo mi
yo pude oír mi mudo grito. Y de nuevo me vi, arrinconada, condenada al
ostracismo, esperando de nuevo la oportunidad para demostrar que estaban
equivocados conmigo. Y así al poco, llegó mi tercer hogar, de nuevo el renacer
de las ilusiones, de nuevo el querer demostrar,
de nuevo llego mi oportunidad y … de nuevo las risas, las caras de
estupor cuando no de asco. Y así fue
acumulando un hogar tras otro, frustración tras frustración, cada vez mas
desgatada, más consumida, ser el licor que nadie quiere, ser la botella que va
de fiesta en fiesta, sin que nadie la aprecie, sin que nadie la valore, todos
me cogen en sus manos y miran con extrañeza mi composición, comentan mis característica
sin destacar ninguna de ellas y si lo hacen es para criticarlas, que si muy
dulce, que si muy amargo, que si esto no hay dios que se lo trague, pero de que
está hecha esta bebida, no hay cristiano que se la beba y yo allí, intentando
mantener la dignidad. Y ahora en mi nuevo hogar, casi agotada, ya aceptado mi
destino, no de prima donna, si no el de arlequín, el ir de aquí a allá de
fiesta en fiesta donde seré denigrada y humillada hasta mi consumición total, o quizás en el
peor de los casos agonizar durante años olvidada en el fondo de un armario, detrás
de mis hermanas ms afortunadas, acumulando polvo y suciedad, hasta quedar
irreconocible y morir sin haber saboreado el éxito.
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