LISBOA 2 (2)
Pero, lo primero es lo primero y
antes de proseguir nuestro paseo hacemos una parada para tomar una cerveza y
reponer fuerzas. Tras el pequeño descanso, comenzamos a subir por otra de las
interminables cuestas lisboetas para acabar
en un barrio bastante elegante donde las casas antiguas están siendo derribadas,
manteniendo solo las fachadas de azulejos, para construir modernos edificios de
apartamentos de lujo.
La cuesta, los kilómetros andados desde la mañana y la
hora ya tardía, hacen mella en nuestro espíritu caminante, y cuando tenemos la
oportunidad, dejamos la calle por la que estábamos ascendiendo para coger la
primera calle a la izquierda y comenzar a buscar algún sitio donde comer. A los pocos metros, vemos un
restaurante llamado “Banca de Pau” con
un cartel en la fachada donde anuncian que están especializados en comida de
la región de tras-os-montes (zona que es fronteriza con la provincia española de
Zamora). Sin dudarlo, traspasamos la entrada. Lo primero que nos llama la atención es que además de
restaurante, es un local donde venden productos agroecológicos y viandas y
vinos de la zona tras-on-montina, y que tienen una pequeña librería con libros sobre la región. Dejamos las mochilas
en un rincón y nos sentamos en una de las dos únicas mesas que tiene el local, justo
al lado del gran ventanal que nos permite observar la calle y debajo de una vistosa colección
de mascaras de diablos y demonios carnavalescos que cuelgan del techo. Al
poco aparece un joven que resulta ser el dueño del local. Le pedimos unas cervezas y la
carta.
El joven se acerca con las dos cervezas y tras pedirnos permiso, se
sienta con nosotros en la mesa. Para picar con las cervezas el hombre nos ofrece unos tomates aliñados y
una degustación de diversos aceites de oliva que adereza el mismo, con hierbas
y especias. Dejándonos aconsejar por el dueño/camarero/alquimista/chico para todo, como platos principales pedimos un plato de
“Alheira desfeita” que es linguiza, una especie de chistorra portuguesa, desmenuzada y aderezada con queso y verduras que se
gratina en el horno y que estaba espectacular y otro llamado “Milhos de tomate”
un pastel de maíz y tomate con almendras
tostadas por encima y del que tengo que decir que el mejor elogio que puedo
hacer es que se debe probar, estaba exquisito, además de tener un sabor
distinto de lo que nos tenia acostumbrado la comida portuguesa, todo acompañado
por una botella de vino de la zona y que
estaba más que aceptable.
De postre A. y yo compartimos un Cheesecake Falso, ya
que en su composición no lleva queso. Antes de irnos, A. y yo nos acercamos al mostrador para
comprar algún queso para traer de vuelta a España, y en este momento empezó
nuestra segunda comida. El joven ahora avezado vendedor, se empeño no solo en
mostrarnos toda la variedad de quesos que tenia, y eran bastantes, sino en que
los probásemos todos para poder elegir con criterio.
Antes de despedirnos
definitivamente y con toda una cata de quesos portugueses en nuestro haber el hombre convertido por un instante en guía turístico, nos
comento dos opciones más para esa tarde en Lisboa: realizar una vista al
museo de coches antiguos y si no visitar el
nuevo museo de arte moderno de la ciudad, recientemente inaugurado y que por lo tanto
aún estaba promocionándose y como resultado de ello la entrada seguía siendo
gratis.
Tras salir del local, con dos
pequeños quesos en la mochila, seguimos nuestro camino, sin intención de
visitar ningún museo, y tardamos poco en llegar al
corazón de Barrios Altos, pasamos por delante
del jardín botánico de Lisboa, curioseamos por alguna de las caras tiendas de
la zona y nos detenemos a admirar el precioso jardín “do Principe Real”, que al
igual que casi todos los parquecillos lisboetas tiene un pequeño quiosco
circular donde tomarse un café o un té o una cerveza sentados en una de las mesas metálicas que con
sus sillas también metálicas están situadas bajos los inmensos magnolios que
crecen por todo el parque.
Un poco más adelante y casi esquina con el parque, nos
encontramos con otra de las sorpresas del día, un restaurante que se llama “La
Cebicheria”, al principio nos miramos un poco extrañados pero tras ver el menú
y confirmar que efectivamente es un restaurante peruano, entramos en el local
con la intención de tomarnos un pisco sour o un refrescante chilcano, no hay
nada que mejor que poder pasar la tarde, relajándose delante de un buen pisco.
Pero nuestro gozo en un pozo, la camarera, nos indica que, pese a tener la
mitad de las mesas vacías, si queremos
un combinado deberemos tomarlo fuera, de pie en la ventana. Amablemente le
decimos a la camarera que volveremos más tarde. Confío en que no sigan
esperándonos.
Tras una breve parada en el
mirador del San Pedro de Alcántara disfrutando una vez más de la magnífica
visión de Lisboa que se nos ofrece en
este punto, descendemos
tranquilamente hacia la preciosa plaza de Luis Camoes, que como siempre es un
follón de tranvías, turistas consultando mapas, castañeras y personas sentadas
en los bancos de piedra que hay en la plaza o tomando algo en el quiosco que
hay en el centro de la misma. Desde aquí, nuestro destino es una librería, pero
no es una librera cualquiera, estando en Lisboa eso no es posible, es una que
tiene una característica que la hace única.
Es curiosa la peculiar
relación que tiene Portugal con las librerías, por un lado acoge
en Oporto la librería que está
considerada y para mi gusto así es, como la más bella del mundo la librería
Lello y por otro tienen también la considerada como librería más antigua del
mundo. Estamos refiriéndonos a la librería Bertrand en la calle Garret esta vez en Lisboa, según reza una placa colocada
en un lateral de la entrada llevan vendiendo libros desde el año 1732 hace ya
la friolera de 285 años. Al entrar en el establecimiento y cerrarse la puerta
tras de ti y sin duda ayudado por los gruesos muros que nos separan de la calle
se forma un clima de relax y calma que
contrasta fuertemente con el ruido del exterior. Sin prisas como debe ser,
caminamos entre las enormes y altísimas estanterías realizadas en madera repletas de novedades literarias, cruzamos las
arcadas hechas en ladrillo visto que dan paso a distintas salas de techo
abovedado y dedicadas a diversos temas,
viajes, infantil, literatura portuguesa, historia, ciencia. A. y yo nos dedicamos
un rato a curiosear buscando cada uno un libro. A. elige un libro
sobre la famosa reina Nzinga de Angola, yo sin poder evitarlo elijo una bonita
edición del banquero Anarquista de Pessoa. A modo de regalo cada uno paga el
libro del otro.
Salimos de la librería y
vagabundeamos un poco por los alrededores, nos paramos a escuchar unos músicos
callejeros que están frente de la mítica cafetería "A Brasileira", entramos a
curiosear en la no menos conocida casa Pereira, la perdición de todos aquellos
que amen el café, los chocolates y la ginjinha ese licor tan típico de Lisboa.
Cuando
salimos de nuevo al ajetreo de la calle, hace rato que ha anochecido y el
cansancio nos puede así que, acortando por callejas vamos descendiendo hacia la
no muy lejana estación de “Cais do Sodré” para coger el metro y dirigirnos a
nuestro hotel. La noche terminará mientras comentamos la jornada delante de una botella de vino del Alentejo
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