Pinceladas
El cielo totalmente estrellado
que disfrute en el parque nacional de Ethosa, en Namibia. Nunca, o no recuerdo
he visto un cielo igual. Realmente toca el alma ver ese cielo increíblemente
negro punteado por miles de estrellas que titilaban en la fresca noche africana,
observar perplejo como ese cielo es recorrido de un lado a otro por la vía láctea
que asemejaba un collar de brillantes diamantes. Si a eso, unes que bajo ese
cielo precioso se recortaba la figura de un elefante bebiendo agua es difícil
que me vaya a olvidar alguna vez de esa imagen.
Comprobar en un momento dado que
tenía en la cartera, billetes y únicamente billetes de cinco países distintos. Dólares
Namibios, Euros, Rands Sudafricanos, Kwanzas Angolanos y dólares Useños.
Comprobar in situ, lo grandes que
son los animales salvajes que solemos ver por la televisión. Hasta que no estas
a un metro de un elefante que está apoyado en un árbol, rascándose y con cara
de estar gozándolo no eres consciente de que casi es tan grande casi como una
casa y que no le costaría nada aplastar el todoterreno en el que estas. Igualmente
pasa con las leonas, cuando las ves pasar elegante y tranquilamente al lado de
tu coche y compruebas que el lomo llega a la altura de la ventanilla no te
haces una idea de su tamaño y fuerza. Eso sin mencionar la imponente estampa
del rinoceronte. Aquí comentar que no solo me sorprendió la imagen de poderío,
de corpulencia, de robustez que desprende, sino el tamaño de su cuerno. Largo,
muy largo.
Navegar en una pequeña embarcación
a lo largo de unas decenas de kilómetros por el rio Kwanza en Angola con la
selva cubriendo los costados, una selva densa, amenazante que no deja ver más allá
de la primera hilera de árboles y de la que de vez en cuando alza el vuelo un
ave asustada o se ve a un mono saltar de una rama a otra. Selva de la que se desprenden
pequeñas plantas, o se desgajan ramas y que flotan rio abajo camino del mar y
que de vez en cuando chocan contra el casco de nuestra embarcación. Mentiría si
no dijese que me sentía en cierta manera el protagonista del corazón de las tinieblas.
El racismo latente y soterrado
que aún hoy, 27 años después de su independencia, recorre toda Namibia. Setenta
años de apartheid no se borran de un plumazo y pese a que no hay tensiones
raciales tampoco hay una verdadera integración racial. En un país en el que el
99% de la población es negra puedes pasarte el día sin ver un solo negro que no
sea la recepcionista del hotel o el conductor del 4x4 lleno de blancos. Ni uno
solo de los turistas con los que nos cruzamos y no eran pocos era negro. Igualmente, en los restaurantes que atendían negros
todos los comensales eran blancos, al igual que los dueños de esos negocios. Y
daba igual que fuese un restaurante de lujo, uno normal o un restaurante de
carretera, la imagen era en la misma en todos los locales,
En contraposición con el punto
anterior, lo desinhibida que es la sociedad Angolana en temas raciales. Al
igual que en namibia son el 99% de la población, pero a diferencia de su vecino
del sur, no hay lugar al que vayas en que como blanco no seas la minoría, y el número
de parejas interraciales no es ni mucho menos escaso. Ello pese a que aquí hubo
una guerra de independencia frente a los blancos. Eso sí, si alguien te llama “branco”, blanco en portugués, hay que tener
cuidado ya que es un insulto
El tamaño inmenso de los
todoterrenos de los pudientes Angolanos, en mi vida he visto una mayor
colección de 4x4 de lujo que los que circulan por las calles de Luanda. Son auténticos
tanques urbanos, llenos de cromados, pickup de lujo con motores sobrealimentaos,
marcas europeas, americanas, japonesas rivalizando en quien tiene el vehículo más
grande, más poderoso, más imponente que hace aún más lacerante el contraste con
la pobreza en la que vive la mayoría de la población angolana
La limpieza, el orden, la
pulcritud la seriedad y eficacia y el silencio que reina en Namibia. Todo muy germánico,
siendo sinceros da un poco de miedo. Sin mencionar lo corteses y educados que
son todos los namibios ya sean blancos o negros.
La vitalidad, alegría, el desorden
y desenfreno, la algarabía y caos que desborda Angola. Y por una vez coinciden
con sus vecinos son corteses y muy educados ya sea la señora que vende platanos
en la calle como el empleado del banco.
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