PATERAS
El día se ha levantado muy nublado
y de vez en cuando algunas gotas de lluvia nos hacen ver que quizás no sea la
mejor jornada para ir a la playa.
Sentados alrededor de la gran mesa de la terraza, a la que hemos abierto
las alas laterales para caber todos, bajo una cubierta hecha de cañizo que nos
protege de la intermitente llovizna, los 12 amigos que estamos pasando juntos
unos días de vacaciones disfrutamos de un magnifico desayuno, uvas, pequeños pedazos de sandia de intenso
color rojo, melocotones amarillos, café, tostadas de pan recién hechas,
mermelada de fresa, aceite de oliva, tomate recién triturado en el rayador, galletas
con y sin chocolate, leche de avena, leche de vaca semidesnatada, cola cao… Entre sorbos de aromático café y mordiscos a
las tostadas decidimos que hacer durante esta mañana de color plomizo, pues
todos confiamos en que por la tarde abrirá y podremos disfrutar de unas horas
de sol y playa.
-
Una buena opción es Nijar- dicen Luis y Carmen-
Es un pueblo muy bonito…
-
Sí, la plaza es preciosa -apoyo yo- y además
tiene una artesanía muy colorida y curiosa.
-
Ya pero…- comienza a decir Elena
-
Pero, ¿está cerca? – interrumpe Yedra.
-
Chicas – dice Gloria en un tono de voz lo
suficientemente alto como para sobreponerse a la conversación general- nos
estamos quedamos sin pan para las tostadas. Si os parece Susana, Victoria y yo bajamos
al super para comprar un par de barras más.
Aceptamos la idea y vemos a las
chicas, que tras cambiarse los pijamas por algo más de calle y después de recoger
el monedero donde está el dinero con el fondo que hemos hecho para las compras
en común, bajar las escaleras para cruzar el pequeño jardín y salir a la calle
para dirigirse al cercano comercio. Mientras, el resto de nosotros seguimos discutiendo
los diversos planes, sin ser conscientes en ese momento que el destino ya ha
elegido por nosotros
Poco después vemos regresar a Victoria con el pan pero sin Gloria
y Susana.
-
Chicos -nos dice con el rostro muy serio- ha
pasado algo, tenemos que hablar.
Preocupados dejamos la
conversación y nos arremolinamos alrededor de Victoria.
-Nos hemos encontrado con dos
chicos magrebíes recién llegados en una patera y pensamos ayudarles. ¿Hay
alguien que no esté de acuerdo en traerlos a la casa?
- Ah, nos habías asustado pensábamos
que os había pasado alguna cosa seria. Claro, que no tenemos ningún problema en
que vengan.- decimos mientras nos miramos unos a otros y asentimos con la
cabeza.
Al poco aparecen sonrientes por
el jardín nuestras amigas acompañadas de dos muchachos de aspecto terriblemente
cansado. Son muy jóvenes, no muy altos, de piel blanca pero ligeramente quemada
por el sol en sus mejillas, pelo negro y mirada algo tímida y un poco alucinada
que visten camisetas llenas de barro que apestan a sudor, vaqueros desteñidos y
zapatillas deportivas mojadas. Uno de los chicos el más joven y que se llama
Mouwahid pero al que acabaremos llamando
Wari ya que ese es su apodo en facebook solo tiene 19 años es delgado y tiene
unos rasgos delicados que se ocultan bajo una incipiente barba y cuando habla
muestra una dentadura un tanto irregular y terminamos por saber que trabajaba
en una peluquería. Más tarde cuando haya cogido confianza se ofrecerá para
arreglar el pelo de alguna de las habitantes de la casa, ofrecimiento que
ninguna de las aludidas aceptó. Su amigo que se llama Mourad, posteriormente
descubriremos que este nombre significa deseo concedido, es algo mayor, tiene
22 años y es un poco más alto y mucho más fornido que Wari y al igual que este también
luce un principio de barba y según nos dice estudiaba antropología en la
universidad. Invitamos a los chicos a desayunar, comen con ganas,
fruta, leche, unos quesitos que han salido de dios sabe dónde. Una vez han acabado les dejamos unas toallas y
les mostramos la ducha. Aprovechamos cuando se meten en el baño para pedirles su ropa y ponerla en la
lavadora.
Los tres chicos que formamos el
grupo buscamos entre nuestra ropa limpia
algo que les podamos prestar. Momentos después camisetas, calzoncillos y pares de
calcetines están en la gran mesa para que ellos elijan la que quieran al salir
de la ducha. La parte más difícil es buscarles unos pantalones ya que los tres
somos bastante más altos que los dos chicos. Afortunadamente las chicas sacan
un par de pantalones negros que descubriremos posteriormente que les quedan
perfectamente.
Una vez saciada su hambre y
limpios, los chicos sonríen por primera vez. Amablemente nos piden un teléfono
para poder llamar a sus familias. Mientras intentan comunicarse con ellas Susana
y Gloria nos cuentan como los chicos han acabado en la casa. Nos dicen que les
vieron en la entrada del super y al principio no les dieron más importancia pensando
que no eran sino dos chicos más de los
muchos inmigrantes que hay trabajando por aquí, pero que al poco los chicos se acercaron
y comenzaron a hablarles, pero el árabe de mis amigas, se limita a un par de
palabras y el francés de los chicos, lengua que Susana habla bastante bien, es
bastante limitado, y que gracias al
carnicero del supermercado que entraba a trabajar en ese momento y es marroquí
y les hizo de traductor supieron de su historia. Que acababan de llegar esa
noche en una patera que había partido de un pueblo cercano a Orán en Argelia,
que formaban parte de un grupo mucho más grande de 16 personas pero que al
llegar a tierra cada uno se fue por su lado, salvo ellos que al ser amigos permanecieron
juntos, que habían corrido unos seis o siete kilómetros hasta llegar al pueblo,
que tenían hambre y estaban cansados. Luego de eso que acabasen en la casa solo
era cuestión de unos minutos de caminata.
Sin saber muy bien como la casa
se ha llenado de gritos y expresiones en
árabe. Se mezclan la voz de nuestros amigos con la de sus madres al otro lado
del teléfono. No hace falta conocer el
idioma para darse cuenta que transmiten alegría, cariño y amor por ambas partes.
Bromeamos entre nosotros comentado lo
que les dirán sus madres. ¿Pero no te dije que nada de salir el jueves de
fiesta? ¿Has comido bien? ¿De dónde has sacado esas ropas? ¿Quiénes son toda
esa gente? Los chicos nos hacen asomarnos a todos al teléfono y saludar a las
mujeres que están al otro lado de la cámara, que nos devuelven el saludo. Tras
las madres y en sucesivo orden de parentesco terminamos saludando a hermanas,
tías, primas, vecinas… Alguien al otro lado del teléfono quizás una prima o una
vecina habla español, nos da las gracias en nuestro idioma. Luego llega el
turno de llamar a los amigos, hacerse una foto con Carmen, la más joven de
nuestro grupo, para actualizar su perfil en redes…
Por medio de Susana que es la
única que habla francés e intenta charlar con Wari y un fallido intento
español-árabe con el “google translator”, nos enteramos que tienen un familiar
concretamente un tío, en Francia y que
se tienen que poner de acuerdo con él para que vaya a buscarles a alguna ciudad
española algo más accesible que este perdido rincón almeriense. Con el móvil, les
mostramos donde han desembarcado ya que no tienen ni idea de donde están, solo
les dijeron que les dejarian en algún lugar del sur de España. Tras un par de
llamadas conseguimos hablar, para ser justos
es Susana quien habla y nosotros solo actuamos de espectadores, con el familiar. La primera posibilidad y la
más sencilla es que viajen a Barcelona pero viendo por internet los horarios de
los autobuses, a esas horas, es ya la una del mediodía, comprobamos que ya no salen buses desde
Almería a la Ciudad Condal. Al final la única opción es Madrid, en dos rápidas
consultas confirmamos que aún hay billetes disponibles así que nos disponemos a comprarles los billetes. Pero afortunadamente
justo en ese momento, cuando estamos a un solo click de ratón de mandar la
orden de compra, recuerdo que si compras
billetes por internet, posteriormente a la hora de subir al autocar ellos tendrán
que presentar al conductor su documentación y claro, documentación es lo único
que no tienen y que nosotros no les podemos proporcionar.
Así que nada de Nijar, ni
cualquier otro pueblecito de blancas casas encaramado en la montaña, nuestro
destino es Almería ciudad para poder comprar los billetes del autobús en la
taquilla. Sin perder un minuto sale un primer coche con los dos muchachos y
tres de nosotros con dirección a la estación de autobuses, mientras el resto una
vez hemos terminado de alistarnos y
prepararnos nos acercamos a la ciudad con los coches restantes unos minutos después.
A las dos en punto estamos todos, revoloteando como polillas frente a una
bombilla, ante las taquillas de la
empresa de autobuses que hace el servicio a la capital. Solo queda un billete libre para el autobús que
sale en una hora, así que tras una breve reunión, decidimos que a menos que
queramos llevarlos nosotros mismos a Madrid, opción que se barajó muy en serio,
la única solución que nos queda es que se vayan en el autobús que sale de Almería
a las once de la noche y que llega a Madrid un poco antes de la madrugada y que
aún tiene plazas libres. Así que mientras algunos de nosotros nos acercamos a
la taquilla para por fin comprar los billetes, Susana llama al tío, a estas
alturas ya nuestro familiar también, que imaginamos esta ya viajando desde
algún lugar del sur de Francia hacia España y le pone al corriente de los últimos
cambios y detalles.
El problema es que son cerca de
las tres de la tarde y no sabemos qué hacer con nuestros nuevos amigos toda la
tarde. Nos comentan, cosa lógica, que quieren dormir y descansar, así que tras
una breve consulta entre todos y acordarlo con ellos decidimos ir a la mezquita
de Almería. Donde no solo podrán descansar, sino que luego alguien podrá
acompañarles hasta la estación. Mirando en google maps, vemos que no estamos
muy lejos y con buen ánimo y bastante hambre nos dirigimos hacia lo que creemos
será nuestra estación final, pero ya sabemos que los destinos del Señor, de
cualquier Señor, son inescrutables. Cuando llegamos primera sorpresa, la
mezquita situada en los bajos de un edificio con grandes puertas y ventanas metálicas
pintadas en verde, y que solo un cartel en español y árabe indica que es un
lugar de culto y no un taller de reparación de coches, está cerrada y según nos dicen unas
vecinas, musulmanas por su forma de
vestir, solo abre a las horas de la oración. Por si fuera poco, surge un
problema imprevisto, nuestros amigos no
quieren quedarse solos en esta mezquita, no sé muy bien como lo han averiguado
pero parece ser que la mezquita está regida por marroquíes y nuestros amigos
son argelinos y la paz y la armonía que Allah preconiza no parece que reine
entre ambos pueblos. No se fían de sus vecinos ni de sus intenciones, y por
nuestra parte nuestro último deseo es pasar toda la tarde en una mezquita.
Tras abandonar la mezquita,
optamos por dividirnos dividimos en dos grupos. Uno, el mayoritario ya que son
siete, se irá al centro de Almería a comer y posteriormente a visitar su vistosa
alcazaba, el resto del grupo nos
quedaremos por la zona con nuestros amigos y luego nos iremos a la playa, donde
nos volveremos a reunir todos. Nos sentamos en una recoleta plaza a la sombra
refrescante de un árbol. Cuando se acerca el camarero pedimos unas cervezas y
aprovechamos para disfrutar de las afamadas tapas almerienses. Nuestros amigos piden
coca-cola y bajo nuestro consejo unos pinchos de pollo. Los chicos hablan entre
ellos mientras nosotros hacemos los mismos. Les preguntamos si tienen novia
allá en Argelia. Ríen, somos muy jóvenes, dicen, nada de novias. Nos
comentan que entre los dos llevan algo
más de 100 € encima y que la travesía desde el pueblito el que zarparon les ha
costado 500 € por persona, al oír esto no puedo dejar de hacer en mi cabeza una
rápida multiplicación para asombrarme de las ganancias que saca en un día de la
persona que les ha traído hasta aquí, nos dicen que han tardado 19 horas en
cruzar el mar de Alborán y según sus propias palabras han visto la muerte de
cerca varias veces. Al llegar la hora de
pagar e irnos, Mourad hace ademan de sacar un billete de 20 € y lo pone encima de
la mesa. Les decimos que no, que hoy están invitados. Sonríen y tras guardarse
el billete en el pantalón vuelven a decir la palabra más repita hoy “Sucrum”, gracias en árabe.
Despacio, tal y como intuíamos en
la mañana se ha quedado una tarde espectacular y hace mucho calor, y aprovechando
la sombra que proporcionan arboles y edificios desandamos el camino para volver
a la estación y de ahí llegar a la playa. Los chicos, se han cambiado la ropa
que les hemos dado por la suya en el aseo del restaurante, podrían pasar sin problema por andaluces.
Cuando estamos a punto de llegar
a la playa Susana les comenta: Sabéis que en Europa algunas mujeres se
quitan la parte de arriba del biquini en la playa ¿verdad?. Ellos se miran y asienten con la cabeza.
Dicho y hecho, no hemos terminado
de extender las toallas, ni quedarnos en bañador cuando sin pérdida de tiempo Cecilia,
Elena y Eva se quitan la parte superior del biquini y se tienden a tomar el
sol. Las bromas no tardan en surgir.
-Cecilia -la digo- tu eres
consciente de que posiblemente las tuyas son las primeras tetas que estos
chicos ven su vida.
- Pues entonces mejor para ellos
- me contesta Cecilia- pero que vayan espabilando que ya no están en su país.
Son las nueve de la noche cuando
en medio de un mar de abrazos, besos y buenos deseos dejamos a nuestros amigos
en el andén 17 de la estación de autobuses de Almería para que esperen al bus
que les llevara a Madrid para encontrase con su tío. Nosotros cansados, nos
montamos en los coches y regresamos a nuestra casa en San Jose.
Esta historia no termina hasta el día siguiente,
domingo, cuando recibimos un mensaje de nuestros amigos donde nos comunican que
ya están en Burdeos. Al mensaje le acompaña un pequeño video donde se les ve en
medio del mar en la lancha que les trajo a su nueva vida.
P.D. Hasta aquí la historia de
estos muchachos, y del día mas loco de nuestra vida, una historia espero que diferente
a las que llenan todos los días y a todas
horas los telediarios con sus noticias sobre decenas de ahogados en las aguas
del mediterráneo, con los políticos que por un puñado de votos nos inundan con
discursos xenófobos y populistas, a paradoja de las paradojas a la
criminalización de la ayuda al necesitado, al discurso egoísta de nosotros no
podemos. Solo quería dejar patente que no todo está perdido, que hay personas
que pueden cumplir su sueño de una vida más justa y mejor.
Por motivos que no vienen al
caso, los nombres de las protagonistas españolas de esta historia han sido
cambiados
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