Son las 8:43 de la mañana cuando escribo esto, hace frío en la calle, por la noche ha helado y los coches están recubiertos de una fina capa de escarcha, el cielo esta limpio, sin nubes y se anuncia un día soleado aunque frío, tímidamente el sol empieza a asomar por el horizonte. Es un día típico de estas semanas navideñas, por las mañanas al venir al trabajo me he cruzado con menos gente de la habitual, al autobús han subido menos pasajeros que de costumbre. En la oficina se ven los lugares vacíos de quienes disfrutan unos días de vacaciones. Madrid en estos días, es una ciudad especial, si siempre su luz es única, ahora en estas fechas es aún mas increíble, los amaneceres austeros, fugaces, casi clandestinos y que llenan de amarillo pálido el cielo. Nada que ver con los atardeceres, barrocos, excesivos, inacabables. Esos que empiezan a las cinco de la tarde, con una sinfonía de rosas pálidos, de naranjas, de rojos en toda su gama, con pinceladas de amarillos, de malvas, como si la cr...