El pasado sábado, a las cuatro de la tarde llovía en Madrid. Llovía como si en algún remoto lugar del planeta un hombre, mayor, de luenga barba y a decir de su dios de recto proceder, estuviese construyendo un barco inmenso mientras reúne parejas de animales. Pues bien a esas horas A. y yo decidimos salir de casa para empezar nuestro particular maratón. La verdad es que no había mucha gente a esas horas, solo algunos grupos de jóvenes y los sempiternos abuelos, por la calle cosa bien lógica por otra parte. Pero pertrechados con buen ánimo y un par de paraguas, comenzamos nuestro viaje. Los autobuses se nos dieron más que bien y a las cinco menos veinte estábamos en la puerta de LTBC. Como era un poco temprano, nos dirigimos a uno de los bares que solemos frecuentar por la zona y que pilla cerca para hacer tiempo y tomar algo que ayude a entonar un poco el cuerpo, A. Se pidió un té verde, yo uno solo con hielo. A las cinco hacíamos nuestra entrada por el...