Estaciones III
Estambul. Turquía. Asia La palabra es compenetración. Justo en el momento en que empieza la suave música producida por tambores, tar y flautas y con un ligero golpe de tobillo, el hombre inicia la danza. Despacio, lentamente, sin acelerarse en ningún momento, el hombre comienza a girar sobre sí mismo sin moverse del sitio, los brazos estirados en paralelo al suelo, una de las palmas de la mano mira hacia el techo, la otra hacia el suelo, la cabeza ligeramente ladeada hacia la derecha. La música que se inspira en poemas de siglos pasados, y pese a no ser estridente, inunda toda espacio de la nave. Una gran sala de pulidos suelos de mármol, con columnas de hierro forjado que se pierden en las oscuras alturas y con muros de ladrillo casi efímeros debido a las cristaleras multicolores que se abren en los laterales. El lugar, una antigua sala de espera de la estación, tiene todas sus luces apagadas, solo unos pequeños focos iluminan de manera suave el espacio donde ba...