METRO



Si te quieres mover por la ciudad y no tienes prisa no hay nada mejor que coger el autobús, si coges asiento vas disfrutando de las calles de los edificios, de cómo va variando la geografía humana y física de la ciudad. Pero si tienes prisa, tienes que llegar puntual y no te importa a ciertas horas ir como sardinas en lata no hay nada mejor que el metro.

He aquí alguno de los recuerdos de mis viajes en metro.

Como ya he dicho alguna vez Boston es una ciudad señorial, donde puedes disfrutar de la “freedom trial” y ver alguno de los edificios históricos de la ciudad donde se forjo la rebelión contra el inglés y tuvo origen la declaración de Independencia. Al igual que alguno de sus edificios el metro de Boston es antiguo y nuestra parada principal era en Boston Common dentro de la línea Verde. Era la única estación donde puedes hacer trasbordo con el resto de las líneas. No es un metro muy grande, solo cinco líneas pero si tiene muchísimo encanto Sus estaciones de madera y hierro, sus andenes bajos, su luz mortecina, los trenes que no son trenes propiamente dicho si no mas bien tranvías subterráneos. Es una gozada ponerse en el primer asiento o ir de pie en el frontal, y ver por la ventana, como se deslizan las vías bajo las ruedas del vehiculo y como cuando parece que te vas a estrellar contra una pared, el vehiculo gira en el ultimo instante. Pero no todo el metro de Boston es subterráneo La silver line es línea que lleva al puerto y a la zona de black bay y parte de su trayecto lo hace en superficie y también es la única en que sus vehículos no son tranvías o trenes, es un trolebús e igualmente sus estaciones son modernas y funcionales pero lo que ha ganado en modernidad lo ha perdido en calor y magia.

El metro de Estocolmo, como todo lo sueco es muy funcional. Lo que mas llama la atención es que tanto las estaciones como los trenes están pintados de vivos colores. Si , puedes viajar en un tren todo pintado de morado y amarillo y llegar a una estación donde sus paredes están llenas de vacas pintadas en la pared, decenas de vacas inundan la estación, vacas lecheras, frisonas, normadas, son unos dibujos algo infantiles pero que llenas de alegría y luz el lugar. Como en muchos otros lugares el precio del viaje depende del numero de estaciones que existan entre tu origen y tu lugar de destino. Eso si la peculiaridad del metro hace que por cada estación que debas pasar el taquillero te de un billete, por lo que fácilmente puedes acabar en tu bolsillo con una ristra de 10 billetes, y si encima eres el encargado de comprar los billetes de tus cuatro amigos, ni te cuento y ojo con perderlos, que para poder salir del metro debes enseñar los billetes a la taquillera.

Buscamos el Hotel por Internet, su fachada es preciosa blanca y llena de flores, aunque por dentro como le pasa a otros mucho hoteles ingleses, sobre todo los baños, deja mucho que desear. Lo mejor es su ubicación, en el barrio de chelsea, ni muy lejos ni muy cerca del centro londinense pero dentro de su primer anillo de tarifas. Para ahorrar compramos un billete de los de 10 viajes. Es temprano y cientos de viajero suben a la estación de Earl’s Court para ir a su trabajo o como es nuestro caso disfrutar de su estancia londinense. Me llama lo atención lo viejo y gastado que se ve todo. La estación no tiene una sola escalera mecánica y tiene decenas de pasillos y pasadizos, que no se muy bien a donde van pues solo tiene un anden. El andén no es muy grande y la boca del túnel, es pequeña. Al poco parece un pequeño metro rojo por la boca, los vagones son estrechos y bajos, nada que ver con otros metros del mundo, pura tradición. Nos apretujamos entre los otros cientos de personas que van a trabajar. Poco a poco conseguimos hacernos un hueco. Hay dos asientos libres A y yo nos acercamos. Al igual que las paredes del baño de nuestra habitación, los asientos están forrados de moqueta, aunque a diferencia del hotel aquí están llenos de extrañas manchas. Nos reímos y no sin algo de aprensión nos sentamos. Llegamos a nuestra estación, el “Mind the gap” suena al abrirse las puertas. Salimos a la calle a disfrutar de nuestro primer día londinense.


Lo conocemos aunque no hayamos estado. Lo hemos visto en cientos de películas y series. Casi nos es tan familiar como el metro de nuestra ciudad. ¿Quien no tiene una imagen grabada del metro de Nueva York? Sabemos de su dificultad, de sus decenas de líneas, de sus peligros. Nuestra estación se encuentra en la línea roja y la parada es la 34 st. es fácil de recordar, hemos tenido suerte y nuestro hotel, se encuentra frente al Madison y cerca de Penn station.. Como todos los turistas entramos un poco temerosos, sabemos de la dificultad para orientarse. Hay líneas express que solo se detienen en determinadas paradas, líneas que solo funcionan los fines de semana o de cierta hora a cierta hora. Otras tienen un recorrido distinto dependiendo del día de la semana. En fin todo un mundo. Los vagones son exactamente como los de las películas, metalizados aunque no están tan decorados como nos podíamos imaginar. Igualmente son algo menos ruidoso que lo que esperaba. Los coches no son ni muy nuevos ni muy antiguos aunque el freno de emergencia, es un cable con una pera al final, bien rustico. Al tercer día mas o menos dominamos la situación, aunque aun nos cuesta un mundo conseguir hacer un itinerario decente para ir de un lado a otro. Lo mejor de todo es que funciona las 24 horas del día sin interrupción.


No recuerdo cunado fui la primera vez que viaje en metro. Aunque eso si recuerdo perfectamente aquellos viejos vagones rojos y blancos, llenos de remaches, con pequeñas ventanillas sin cristales, asientos de madera y las placas metálicas que reservaban ciertos asientos a los caballeros mutilados. Otra cosa que tenían de peculiar aquellos viejos metros, es que en todos los vagones había un espacio rodeado de barras reservado a la persona encargada de cerrar y abrir las puerta del vagón. Esto fue el primer puesto de trabajo que desapareció cuando empezaron a modernizar los trenes. Por entonces el metro de Madrid no era lo que es hoy en día, y no creo que tuviese más de cinco o seis líneas. Recuerdo que una de las diversiones que teníamos cuando éramos jóvenes era ir explorando las nuevas líneas según se iban inaugurando y quedarnos fascinados con los nuevos modelos de vagones, amplios, espaciosos con aire acondicionado y calefacción. Sin lugar a dudas puedo decir que el metro creció conmigo o más bien que crecí con el metro. Recuerdo los primeros viajes solo, aun con miedo de pasarme la parada, el colarme para ahorrarme algún dinero, los trayectos a la universidad que me permitían no hacer alguno de los transbordos y fumarme la clase. El quedarme dormido algún día en que iba especialmente cansado y despertarme tres paradas después de la mía. El nerviosismo según se aproximaba la parada donde había quedado con ella, y mirar ansioso por la ventanilla para ver si la veías en el anden tal y como habíamos acordado. El correr apresuradamente por los pasillos porque llegaba tarde a trabajar. El ir apretujado hasta extremos imposibles cuando había huelga y solo circulaba un tren cada cincuenta minutos y tu tenias que llegar a trabajar si o si. El volver a casa la tarde del 11-M lleno de miedo y angustia, y respirando tranquilo cuando después de 45 minutos llegue a mi estación y salí a la calle. El despistarme leyendo el periódico y darme cuenta de que era mi parada justo la que acabábamos de pasar. El ir llorando, camino del hospital donde ha muerto mi abuela y me esperan mis padres. El impulso de sonreír a la chica que esta enfrente tuyo y que para sorpresa tuya te devuelve la sonrisa. Los quedarse 15 minutos a oscuras dentro de un túnel por una avería inesperada. Los vigilantes desalojando a un chico borracho. Las risas de los adolescentes. La vida en fin

Comentarios

BENHUMEA ha dicho que…
El metro en Mexico parece que devora gente y que la escupe en las nuevas estaciones, va reptando sin colores y en penumbra.

Que bonita antologia de tus metros, me hace imaginarlos...y soñar..

Un beso de inicio de semana.

Pd. que cruel eres.... jijiji
JCM_MAD ha dicho que…
Cruel nooo. Tómalo como un desafío

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