NAMIBIA
Windhoek
Lo bueno de llegar a una ciudad
de la que no tienes ninguna referencia es que es imposible que te defraude, cómo
no te has hecho ninguna idea preconcebida tampoco esperas nada de ella por lo que,
aunque lo que te ofrece sea escaso nunca tienes la sensación de que te han engañado. Eso exactamente es lo que pasa con Windhoek,
la capital Namibia una ciudad que se derrama por el desierto como una de esas
urbes que salen en las pelis americanas, un pequeño centro financiero con algunos,
pocos, edificios altos y luego decenas de barrios formados por casitas bajas
unifamiliares que se extienden interminable por el desierto.
Cuando llegamos a Windhoek, un
misterio de la ciudad es como se pronuncia su nombre, para mi decían Windooc
pero a A. le sonaba a Winduc, desde el aeropuerto distante 30 kilómetros de
la misma, eran las cinco de la tarde y según nos dijo el conductor del taxi que
nos transportaba al hotel era hora punta, la hora en que la gente salía de sus
trabajos para irse a sus casas. Lógicamente esperaba peatones andando presurosos
por sus calles, vías llenas de coches con conductores impacientes tocando el
claxon, paradas de buses repletas de gente nerviosa esperando su autobús, pero está
claro que la lógica no es lo mío. La realidad es que había muy pocas personas
andando por las calles, realmente nunca hay nadie andando por las calles de la
capital, tampoco hay un servicio urbano de autobuses así que era imposible que hubiese gente esperando en inexistentes
paradas y en cuanto al atasco, la única parada que tuvimos que hacer se debió a
tener que esperar a que un semáforo pasase del rojo a verde. Así que enseguida
y avanzando por zonas residenciales de avenidas amplias, bien asfaltadas y
señalizadas, sin tráfico y rodeados de casas con jardines perfectamente
cuidados llegamos a nuestro hotel.
Una particularidad de nuestro
hotel y de otros muchos en esta ciudad, es que no son edificios más o menos
grandes dedicados ex profeso a alojar viajeros si no que son casas particulares
que han aprovechando una zona del gran
jardín para construir alojamientos para los viajeros. En nuestro caso
nuestro hotel, que no tenía ningún letrero o indicación que indicase que allí
se podían alojar huéspedes, tenía
únicamente cinco habitaciones que daban a un pequeño patio interior, decorado
con unos parterres con flores, algunos árboles y una pequeña piscina, y digo
pequeña por no decir minúscula, además del típico bar que tú mismo puedes
construir para disfrutar con tus colegas que es donde servían el desayuno,
mientras que la recepción no era si no el recibidor de la casa del dueño de la
finca, donde podías ver a un perro durmiendo apaciblemente en un sofá, unas
mesas y unas paredes tan llenas de fotos
y recuerdos que te hacen dudar si esa gente no tiene un poco de horror al
vacío.
Siempre nos ha gustado nada más
llegar a un sitio y justo después de dejar las maletas salir del hotel y
aprovechar para dar una vuelta por la zona, reconocer el barrio, comenzar a
mezclarnos con la gente o , para que nos vamos a engañar, identificar algún garito que pueda ser merecedor de una
visita posterior pero esto aquí fue imposible, como digo estábamos en una zona
residencial y cuando salimos a la calle, después de abrir el gran portón
metálico que cerraba el acceso al hotel,
solo encontramos calles solitarias con altos muros de piedra coronados con
alambre de espino o concertinas que
protegían enormes casonas. Así que tras
un breve paseo y de vuelta a nuestra habitación y después de hablar con la
dueña-recepcionista decidimos ir al centro.
Si no tienes coche como es
nuestro caso, lo tienes jodido en esta
ciudad que pese a no ser muy poblada, no llega a 400000 habitantes, es muy extensa y en la que
en la que no hay transporte público. Con lo que la solución para moverse por la
misma es que obligatoriamente tienes que
usar el servicio de taxi. Pero esto tampoco es sencillo, no puedes salir a la
calle y parar el primer taxi que con el que te cruces ya que normalmente no te
cruzas con ninguno, ¿he dicho ya que nunca ves a nadie por las calles y que
apenas hay tráfico?, sino que además los
taxis no llevan ningún distintivo que les distinga de cualquier otro vehículo. Por lo que si quieres ir de un lugar a otro, o
regresar por la noche a tu hotel debes hablar con la recepción o con el
encargado del restaurante para que te solicite el taxi y acuerde el precio que
te cobraran por realizar el servicio. Lógicamente el precio varía si es por el
día o la noche o, si el sitio está más o menos cerca o si vas a compartir taxi,
a veces ocurre que puede que tengas que compartir taxi con unos desconocidos a
los que su hotel o el tuyo pilla de camino. Como nos ocurrió a nosotros, que nos
toco compartir un taxi a la salida del más famoso local nocturno de Windhoek el Joe´s Beer house, con unos alemanes pero que al
ver el tamaño del vehículo que teníamos que compartir, era francamente pequeño,
decidieron con muy buen criterio esperar
a que les llamaran a otro. También es normal y especialmente por la noche que
en el taxi no este solo el conductor si no que vaya acompañado por otra persona.
Cómo quizás hayáis intuido no es
Windhoek una ciudad monumental o de edificios señeros, todo lo contrario, es
una ciudad retraída, silenciosa y modesta. Más allá de los típicos monumentos a
descubridores alemanes, fundadores germanos de la ciudad e iglesias más o menos
coquetas y bonitas, lo que más nos llamo la atención fue la calle dedicado a
Fidel Castro en agradecimiento por la ayuda prestada por Cuba a Namibia en su
lucha por la independencia. Esta ayuda no consistió únicamente en la lucha de
los cubanos contra los sudafricanos en Angola, país que servía de base de
retaguardia segura al SWAPO, principal grupo namibio que luchó por la independencia,
sino también y puede que incluso más importante en el apoyo diplomático a la
independencia en todos los foros y agencias internacionales.
Pese a que nosotros en nuestro
par de salidas nocturnas no lo sentimos parece que la ciudad no es tan segura
por la noche como aparenta por el día ya que con varias de las personas con la
que hablamos, ósea la recepcionista del hotel, el taxista y el camarero del
bar, nos trasladó la idea que la ciudad
por el día es muy agradable y segura pero no era conveniente andar por las solitarias
calles a partir de las nueve de la noche, ¿Por qué las nueve y no otra hora es
un misterio? Pese a como digo nosotros
no sentimos en nuestras salidas nocturnas sensación de inseguridad alguna.
Quizás este miedo venga también porque Namibia es uno de los países con mayor
prevalencia de VIH en el mundo, con cifras realmente espeluznantes, tanto así
que en la fachada del cuartel general del ejército cuelga una pancarta que dice
algo así como que su principal lucha es contra el SIDA y enfermedades
oportunistas como la tuberculosis asociadas al virus.
El parque nacional de Ethosa
tiene una superficie de más de 20000
Km2, lo escribo para que se lea bien más de veinte mil kilómetros cuadrados, esto es una
enormidad, hay países más pequeños, aunque nada si lo comparamos con los más de
100000 Km2 que tuvo allá en
sus orígenes, cuando se creó a principios del Siglo XX. Su centro está ocupado en gran parte por el
lecho seco de un lago y es conocido con el nombre de “the pan” la sartén, un
lugar árido y caluroso de color blanco
inmaculado y que solo se inunda con una fina lamina de agua durante la
temporada de lluvias. Mientras que el resto del parque es una zona semiárida de
praderas con arbustos enanos y arboles del tipo de las acacias o los mopanes,
un pequeño árbol de hojas muy verdes y que crece por todo el norte de Namibia. En
él parque se dan cita todos los grandes animales de África. Elefantes, jirafas,
leones, cebras, guepardos, rinocerontes, hipopótamos, todo tipo de gacelas, ñus y antílopes, orgullosos orix, modestas ardillas, jabalíes verrugosos ¿os
acordáis de Pumba del Rey León? pues justo ese,
multitud de aves desde el gigantesco avestruz a diminutas y coloridas
aves cantoras pasando por garzas y gallinas pintadas, serpientes, roedores… Lo
mejor del parque es que no tienes que pasarte
horas dentro del vehículo
circulando por los polvorientos caminos a ver si tienes la suerte de
cruzarte con alguno de los animales anteriormente citados que también, si no
que gracias a los bebederos o charcas “waterholes”
estratégicamente situados, es posible ver a decenas de animales
juntos, sin mucho esfuerzo, mientras beben o se bañan. No creáis por ello que a
los animales se les ve en la distancia, nada más lejos de la realidad, es muy
normal tener que detener el coche en medio de la carretera mientras que a dos
metros por delante del vehículo cruza un manada de cebras, o unas leonas han
decidido tumbarse en medio de la carretera y hay que esperar a que perezosas se
levantan y tranquilamente se vayan a tumbar entre los arbustos mientras en su
camino pasan a medio metro de la ventanilla del coche.
Lo ideal es dedicarle al
parque un par de días realizando lo que llaman “the game” pero
en lugar de cazar a los animales con rifles, capturarlos únicamente con la cámara
fotográfica y así tener la oportunidad de pasar la noche en el parque en alguno de los
lugares acondicionados dentro del parque para ello ya sea como campista o
alquilando una humilde pero muy bien acondicionada cabaña.
Nosotros pasamos la noche en un
lugar llamado Okakuejo, que en lenguaje local significa “lugar de las mujeres”, un sitio agradable, con
una infraestructura básica pero muy completa, que cuenta con zonas de acampada,
tienda, restaurante, bar, y una piscina un
lujo que se agradece. Nada mejor que un refrescante baño a la caída de la tarde
después de un duro día de calor y polvo y antes de tomar una cerveza bien fría.
El lugar cuenta y es lo más importante con una charcha acondicionada, incluso con
asientos y una grada techada para evitar el sol del mediodía, que permite a los turistas ver desde pocos metros de distancia a los
animales que se acercan durante todo el día y toda la noche para abrevar.
Después de una de las muchas visitas que hicimos por la noche al abrevadero,
una de ellas con botella de vino namibio incluido, y mientras volvíamos a nuestro alojamiento,
nos cruzamos con un par de chacales que deambulaban
por la zona en busca de alimentos y que temerosos
huyeron ante nuestra presencia.
Algo que no se suele comentar mucho es el
increíble cielo nocturno que se disfruta aquí. Un cielo plagado por decenas de
miles estrellas y que se ve coronado por una vía láctea que orgullosa e
impresionante cruza luminosa la totalidad del firmamento, producto todo ello de
la total falta de contaminación lumínica. Posiblemente con el paso del tiempo y
los años, se me vayan perdiendo algunos recuerdos de este viaje pero estoy
seguro de que uno de los recuerdos que nunca olvidare será el de estar sentado por
la noche en un banco, viendo como una pareja de elefantes disfrutaban de la
charcha y sobre nosotros refulgía el cielo más estrellado que se pueda ver.
Swakopmund
Según cuenta la leyenda, si a las
12 de la noche, frente a un espejo y con la única luz que proporciona una vela
encendida en la mano pronuncias correctamente tres veces seguidas el nombre de
esta bonita ciudad costera, se te aparecerá el alcalde de la misma y te regalará
una estancia de cinco días en esta pequeña localidad vacacional.
La ciudad fue fundada a finales
del siglo XIX por los alemanes, por aquel entonces la potencia colonial del
territorio, en la costa rodeada por el desierto de Namibia como principal
puerto de lo que entonces se llamaba África del Sudoeste Alemana. Estos, mantuvieron la ciudad hasta el fin de la
primera guerra mundial en que paso a manos sudafricanas, sí hay ciudades que
nacen marcadas, y pese a que los
alemanes solo estuvieron una veintena de años su herencia se ha conservado de
tal manera que a veces parece que estés paseando por una ciudad alemana en lugar de una ciudad de
África. Nombres alemanes en los letreros de las calles, edificios que podrían
estar en Baviera, apellidos germanos en los nombres de los comercios, pequeñas
tiendas decoradas con un gusto muy centroeuropeo que son atendidas por
sonrientes abuelas, turistas altos y rubios hablando alemán por doquier,
restaurantes que tienen visillos en las ventanas y cuya carta está en inglés y
alemán, cerveza elaborada siguiendo las leyes de pureza de la cerveza de 1516 y
salchichas alemanas, y no es raro que de
primeras el camarero te pregunte primero en alemán y luego en ingles. No solo eso, si no que los ¿Swakopmundinos?
sean del color que sean están tremendamente orgullosos de su herencia alemana.
Swakop tal y como la llaman sus
habitantes es una ciudad eminentemente de vacaciones y playera, con largos
paseos marítimos adornados con bonitos y cuidados jardines con infinidad de
chiringuitos playeros donde tomar una cerveza, y hermosas casas que quedan vacías
una vez pasada la temporada de verano en Europa, y además esta ciudad es uno de
los paraísos surfistas que hay en el mundo, cosa que es fácil de adivinar
viendo las enormes olas que rompen en las playas. Como otras ciudades namibias
capital incluida da un poco la sensación de ser una ciudad fantasma, donde
raramente ves a alguien caminar por la calle y ese sentimiento de soledad se
acentúa a partir de la caída del sol, entonces la impresión de ser el
protagonista de una película apocalíptica o estar en un capítulo de “The Walking Dead” llega a niveles de
paranoia. Igualmente y pese a que el
apartheid terminó con la independencia en 1991, no se ve ninguna pareja mixta y
esto no es solo exclusivo de esta ciudad, y no me refiero únicamente a parejas de adultos. En los colegios
nacionales, si te fijas en los recreos solo ves a niños negros jugando, no ves
ningún niño blanco. Y la pregunta que nos surgía a A. y a mí era la de ¿Dónde
estudian los niños blancos? Durante nuestros paseos vimos dos colegios privados
con pinta de ser bastante caros así que imaginamos que ahí deberían estar.
Pero seguro que os preguntáis y
ya que estoy ahí, y aparte de bares donde se come un estupendo carpaccio de
antílope y se bebe rica cerveza namibia,
que es lo que puedo visitar en la ciudad. Pues realmente no mucho, tienes el pequeño faro que desde una colina domina
la ciudad, el monumento a los soldados alemanes caídos en este territorio en la primera guerra mundial, con los nombres de los desdichados
soldados esculpidos en bronce o el bonito y largo embarcadero construido en
madera todo ello en un radio de 500 metros y dispersos por la ciudad los
edificios de herencia alemana. Mención aparte merece el museo de la ciudad.
Ya sabéis de nuestra curiosidad y
dado que no habíamos podido visitar en la mañana un pueblo himba que era nuestro objetivo principal, decidimos darle una
oportunidad al pequeño museo. Entramos, pagamos la entrada, es un museo privado
y la entrada no es barata, y nos vimos
transportados a un museo de hace 100 años, tanto en la exposición en si como en
el estilo museístico propiamente dicho. La mayor parte del museo, es una oda a
la colonización blanca, mucha ropa militar; de los soldados alemanes, de los
marinos alemanes, de los oficiales alemanes, pero también de los soldados
sudafricanos, de la policía sudafricana, de los oficiales sudafricanos,
replicas y maquetas de navíos de guerra pertenecientes a la marina imperial
alemana, vitrinas con multitud de condecoraciones, con rifles, con prismáticos.
Reproducciones a tamaño real de los gigantescos carromatos con los que los
colonos germanos se introducían en el interior de namibia, vitrinas con
dioramas que intentan mostrar los fondos marinos o la fauna de la sábana, una
espada portuguesa que demuestra que nuestros vecinos lusos fueron los primeros
blancos en andar por estas playas, copias de habitaciones que nos muestran cómo
vivían las familias de los fundadores de la ciudad, la locomotora del primer
ferrocarril que llego a la ciudad. Todo lo anterior ocupa las ¾ partes del
museo luego, en una sala anexa hay un espacio algo más moderno, dedicado a los
diversos pueblos y culturas que eran los dueños de las tierras antes de la
llegada de los europeos y en la que en pequeños paneles y junto a
enseres y ropas se nos explica la historia de estos pueblos, los Herero,
los Himba, los Sam, los Ovambos… hasta
aquí nada que no sea lo propio de un pequeño museo de una pequeña ciudad, pero
lo realmente impactante está en una pequeña salita en la segunda planta del
museo y a la que quizás porque su entrada no es sencilla de localizar no sube
mucha gente. En ella se encuentra la réplica de una calavera, la original está
en el museo nacional de namibia, de una
persona que vivió en estas tierras hace unos 70000 años y que fue descubierta en los años cincuenta
del pasado siglo. Es empezar a leer la explicación que dan a esa calavera y las
conclusiones que sacan de la misma y
retroceder a una época que yo creía ya superada. En la nota se nos dice
que los rasgos de la calavera demuestran fehacientemente y sin ningún tipo de
duda que los negros son inferiores a los blancos y que se encuentran en un
estadio evolutivo inferior. A. y yo tuvimos que leerlo dos veces para
asegurarnos de que realmente estábamos leyendo correctamente y que una lectura apresurada no nos estaba
jugando una mala pasada.
Visto lo anterior decidimos que
el escribir algún exabrupto en el libro de visitas no era lo único que debíamos
hacer para mostrar nuestro desacuerdo, así que dado que A. tiene ciertos
contactos con una organización antirracista alemana, ya se sabe que eso de
poner un nombre alemán en un documento da a este automáticamente un aire de seriedad,
aprovechamos para escribir una carta al director del museo exponiendo los
motivos de nuestro disgusto con el contenido del mismo. Carta que entregamos a
la amable anciana que se ocupaba de la venta de billetes y que dado que el director no estaba presente, era
domingo, nos prometió que se la entregaría el día siguiente a primera hora.
Para serenar nuestros ánimos, nos
dimos una vuelta por el amplio mercadillo de artesanía que hay a la salida del museo. En él se pueden
conseguir bonitos objetos a buenos precios, siempre y cuando sepas y no te de
reparo el regatear. También puedes ver a mujeres Himba en sus trajes tradicionales, esto es una pequeña falda roja atada
a la cintura y el resto de su cuerpo cabellos incluidos cubiertos únicamente
con pigmentos rojos que hace que destaquen entre todas las demás vendedoras. Además y si se lo pides y esto último es
importante, no les importa que les hagas fotos.
Granjas
Una de las actividades que más
disfrutamos en el viaje, o por lo menos que más disfrute yo, fue el circular
por las carreteras de Namibia. Carreteras que se dividen según su estado de
conservación y señalización en siete niveles, que van desde la letra A y que
indica que circulas por una autopista a la G que no son más que senderos de
tierra que se introducen en el interior del país. Son por lo general carreteras
muy bien conservadas y con un buen nivel de señalización, amplias y de rectas
inacabables que permiten unos adelantamientos seguros y una velocidad
razonable.
Viajar por carretera por el
interior de Namibia es ver recortándose en el horizonte la montaña sagrada de
los Ovambas, cruzar el desierto del Kalahari o ver en las cunetas una manada de
jabalís verrugosos hozando tranquilamente ajenos al paso de los escasos
vehículos. Son paisajes cambiantes de montañas azules, de sabanas infinitas, de
desiertos que terminan en el mar, de sueños por realizar. Pero si algo te
acompaña en los laterales de la carretera por kilómetros y kilómetros son las
alambradas de las granjas. La mayor parte son alambradas sencillas compuestas por
tres finos hilos de alambre dispuestos en paralelo y sujetos cada pocos metros
a unos postes de madera. Cuando digo kilómetros, no creáis que exagero,
normalmente las granjas namibias pueden tener unos 20 Km de largo por otros
tanto de ancho y únicamente notas que has cambiado de granja cuando observas
que la valla deja la carretera y se pierde hacia el interior del territorio, o te
fijas que en la puerta de entrada a la finca hay un nuevo nombre si antes te
habidas fijado que era granja Heller, ahora es granja Bingham. Estas granjas se
dedican a la cría de ganado vacas y ovejas principalmente que luego será
convenientemente sacrificado y enviado a Sudáfrica.
Pero lo que diferencia a estas
granjas del resto de granjas del mundo es que también te puedes alojar en
ellas. La mayor parte de estas fincas tienen junto a la vivienda principal,
situada a un par de kilómetros hacia el interior, un amplio espacio habilitado para
la recepción de viajeros, en ese espacio te puedes alojar tanto en tu propia
tienda de campaña o en tu autocaravana como alojarte en alguna de las cabañas
construidas a tal propósito. Son cabañas
dotadas de todos los servicios y comodidades, aunque la decoración digamos que
no sigue las últimas tendencias estilísticas y de moda. Igualmente puedes hacer
uso de las barbacoas y cocinas comunales dispuestas para tal fin o utilizar los
servicios de la estancia principal, esto es la cafetería y el restaurante. Nosotros hicimos uso del servicio que
proporciona la casa, no habíamos terminado de registrarnos cuando nos
recalcaron que el servicio era a las 8 y ni un minuto después. Así que tras
ocupar nuestra cabaña y después de un rápido duchazo, nos dirigimos a la
recepción/zona de reposo/bar y restaurante. Nos sentamos en unos sillones de
mimbre que había en el no tan pequeño jardín, viendo como las gallinas pintadas
andaban libres picoteando, lo que sea que picoteen las gallinas pintadas, aquí
y allá y charlando de tonterías a esperar que dicen la hora de la cena cuando
se nos acercó una mujer que debería andar por los sesenta y tantos años y toda
la pinta de una satisfecha granjera holandesa.
-
- - Hola, buenas noches, soy la señora Chloris, la dueña de la granja.
- - Hola, buenas noches, soy la señora Chloris, la dueña de la granja.
-
- Hola, buenas noches
- -
Preferís - nos dice- que os hable en inglés,
alemán, holandés, Afrikáner o Bóer.
-
- ¿En español? – le decimos A, yo casi al unísono
L La mujer se ríe y nos hace un gesto con la mano
L La mujer se ríe y nos hace un gesto con la mano
- -
Otro idioma más, no gracias
- -
Entonces en inglés nos va bien
- -
¿De dónde sois?
- -
De Perú y España, contestamos al unísono A. y yo
- -
Ah Perú, que terrible el huracán que han sufrido
cuantas muertes y destrucción
- -
No, eso ha sido en Puerto Rico, que esta en el
caribe. Perú esta en Sudamérica- Le dice A, sacando a la mujer de su error
- -
¿Sudamérica?... Bien -nos dice – la cena se
sirve a las ocho,
A las ocho menos cinco puntuales
estábamos en el salón-bar-restaurante, había unas 10 mesas distribuidas por la amplia
terraza todas con unas velas encendidas colocadas en el centro. Para entonces
ya había una típica familia francesa, papá, mamá, dos hijas veinteañeras y un
crio adolescente que ocupaban la mesa grande, una pareja mayor alemana que se
sientan en la esquina más alejada y al poco llego una pareja indudablemente gay
a la que no oímos pronunciar una sola palabra. Además de ellos y de nosotros
había decenas de insectos voladores parecidos a las cucarachas que producían un
inquietante zumbido al volar y uno de los cuales tuvo la genial ocurrencia de
posarse en mi cuello e hizo que durante toda la noche el resto de las mesas se
preguntase en que ha quedado el tradicional valor español. ¿La cena? una vez
más quedo demostró que más al norte de Francia, la comida se limita a ser una
mera cuestión de supervivencia biológica, a base de salsas agrias, ensaladas
imposibles, patatas hervidas y diversas salchichas sazonadas. Lo mejor la fruta
fresca cosechada en la misma granja.
Más tarde supimos que esta
costumbre de alojar a la gente en las granjas, viene desde la época de la
dominación sudafricana, cuando los cazadores de este país llegaban hasta
Namibia para participar en “The Game”, la caza, y no había hoteles suficientes
para alojarlos. Así que los granjeros vieron en esto una buena forma de ayudar
a la siempre endeble economía de la granja.
APARTHEID
La pequeña sala de llegadas del
aeropuerto internacional Husea Kutato
de Windhoek esta abarrotada. A. y yo nos quedamos un poco sorprendidos, no
esperábamos encontrar tanta gente en un sitio tan pequeños. Comenzamos a buscar
el taxi que teníamos contratado para que nos llevase a la ciudad. Hay un grupo
de personas esperando al líder de una iglesia o comunidad evangélica, y que al aparecer
por la puerta es recibido entre vítores por sus fieles. Pero sin lugar a dudas
el mayor grupo esta formado por unas decenas de mujeres que están vestidas como
si fueran granjeras holandesas o alemanas sacadas de un cuadro de Vermeer y que
llevan una pancarta con el rostro de dos hombres. Le preguntamos a nuestro
taxista, pero no sabe que hacen esas mujeres ahí. Le hago la misma pregunta a
la chica de la oficina de cambio y ella me da la contestación. Las mujeres, que
al ver salir a los dos hombres se ponen a cantar y bailar, son Hereros y están
aquí para recibir a los dos hombres que han conseguido una indemnización por
parte de Alemania con motivo del genocidio de sus antepasados
Cuando los alemanes llegaron a
estas tierras a fines del siglo XIX, el principal grupo que habitaba estas
tierras eran los Herero. Estos, eran pastores y habían llegado hacia mediados
del siglo XV desplazando a otras tribus y grupos humanos hacia el desierto y
los bosques. Los alemanes firmaron unos tratados con los hereros en los que
estos les dejaban usar partes de sus tierras. Pero, para que se firman los
tratados si no es para ser incumplidos por la parte más fuerte. Y así lo
hicieron los alemanes una y otra vez, desplazando a los hereros cada vez más a
las tierras menos fértiles y más inhóspitas. Se declaro una guerra donde los
Hereros masacraron a cientos de colonos alemanes. Desde la metrópoli se
enviaron tropas y ordenes concisas. Los Hereros deberían ser exterminados, sus
pozos envenenados y su ganado sacrificado. Así con la diligencia, meticulosidad
y laboriosidad con que los alemanes suelen acometer estos empeños, comenzó una
guerra entre una potencia europea del siglo XIX y un pequeño pueblo que aún vivía
en la edad de piedra. Como no podía ser de otra forma la guerra termino de la
única forma posible. Los hereros fueron diezmados y los supervivientes
confinados en campos de concentración, sin alimentos ni cuidados médicos y
sujetos a ser objeto de experimentos médicos por los muy avanzados doctores
alemanes. (Hay pueblos que tienen fijación con ciertos temas). Poco después se
firmó un tratado de paz, donde se veía a decir que, ya que los hereros no
tenían ganado, no necesitaban de tierras y que estas pasaban a manos alemanas
dando de esta forma origen al África del Sudoeste Alemana.
Nunca he estado en un país tan
joven como Namibia, solo hace 26 años que este país es independiente y libre.
Únicamente un cuarto de siglo ha transcurrido desde que los sudafricanos
concedieron la independencia a las hasta entonces su colonia y cordón de
seguridad en su lucha con Angola. Con ellos no solo los namibios recuperaron el
ser dueños de su propia tierra sino que también se hicieron dueños de sus
cuerpos, pues hasta entonces estuvo vigente el régimen del Apartheid
Es por ello que una gran parte de
la población namibia actual ha vivido
bajo el régimen de segregación y tienen
recuerdos muy precisos de cuando eran considerados menos que animales sin
ningún tipo de derecho.
Nuestro guía y conductor, que nos
pidió que le llamásemos “Melon”, y que fue nuestro acompañante durante los cuatro
primeros días de nuestro viaje por Namibia, un par de veces ante nuestras
preguntas sobre esa apoca comenzó siempre de la misma forma. Imaginaros que…
para luego añadir no, no podéis imaginarlo sois blancos para a continuación pasar
a relatarnos como era la vida, su vida, en esa época de racismo. Nos dijo que
para refutar la palabra de un blanco eran necesario el testimonio de siete
personas negras. Nos contó como las personas negras tenían prohibido acceder a las
panaderías o a otros locales por la puerta principal, no tenían ese derecho,
sino que debían acceder por la puerta trasera y esperar a que el dueño del
local, un blanco, se dignase atenderles y entonces ni siquiera les miraba a los
ojos, ni les tendía la mercancía, sino que les dejaba un pedazo de pan en una
mesa puesta ex profeso, una mesa que solo podían utilizar los negros. O como
por las noches existía el toque de queda, pero únicamente para las personas
negras y estas, estaban obligadas a partir de cierta hora, curiosamente las
nueve de la noche, a permanecer recluidas en los barrios que aun hoy rodean el
centro de la ciudad, los famosos Townships. Barrios que estaban
totalmente rodeados por alambradas
rematadas por alambre de espino y que esas alambradas solo tenían dos puertas
que eran cerradas con candados y vigiladas por guardias blancos armados. De
esas barriadas por la noche los únicos habitantes que podían salir eran
aquellas personas que tenían un pase especial por motivos laborales. ¿El
castigo por desobedecer el toque de queda? , pues simple y llanamente la
muerte. Cualquier blanco podía disparar sin motivo o razón a una persona negra
y no tenía que responder del asesinato ante la justicia pues se consideraba que
las personas negras no tenían la condición de humanos.
Hoy en día afortunadamente no hay
segregación, las alambradas han desaparecido y las personas negras pueden
circular cuando quieran y por donde quieran sin miedo y libremente por lo menos
en apariencia porque al racismo basado en el color de piel ha sido sustituido
por el racismo basado en el color del dinero. Es curioso observar como todas
las personas que te atienden, ya sea el oficial de aduanas en el aeropuerto, la
chica de la oficina de cambio, las camareras de un restaurante de carretera, el
tipo que arregla la línea de teléfonos, o los trabajadores que están trabajando en la ampliación de la
carretera son todos negros mientras que los dueños de los locales, la encargada o los capataces son blancos. Es
más en los restaurantes, o bares todos los clientes son blancos, igualmente
ocurre en los hoteles, todos los huéspedes son blancos y lo mismo entre las
personas que visitan Ethosa. Las únicos
negros que ves en el parque son los camareros, las encargadas de la limpieza y
los conductores de los distintos vehículos, nos ves a ninguna persona que no
sea blanca disfrutando del viaje. Incluso a un nivel determinado, restaurantes
de lujo o bares de moda, los negros desaparecen completamente del panorama, y quienes te atienden son chicas y chicos de blanca
piel y rubia melena.
Un mañana de domingo, estábamos
tomando un café con S., una española que lleva 24 años trabajando y viviendo en
Namibia y a la que desde aquí la recuerdo que la debemos unas cañas y nos comentaba
que el pasatiempo favorito de los namibios blancos es reunirse un grupo de
amigos en el jardín de alguno de ellos a beber cerveza de marca “hansa”
o disfrutar de una copa de vino sudafricano, mientras en la barbacoa se asan
lentamente hamburguesas de carne de “springbok”
y salchichas gigantes, y así entre trago y bocado comentar el miedo que tienen
a que los negros un día quieran cobrarse la revancha por los sufrimientos
pasados y decidan hacer justicia por su mano y que ella ante esta conversación
siempre les dice ¿Y qué esperabais, con lo que les hicisteis?.
Siempre que hablábamos con “Melon” sobre la época de la independencia, nos comentaba que comparado con otros
países de África, la de Namibia fue sencilla. Que no hubo violencia, ni
persecuciones, ni decomisos de tierras y
que eso fue gracias a que la gente de su generación supo perdonar y pasar página
pero que eso no era así entre los jóvenes que ven crecer su resentimiento al
comprobar cómo la pobreza y la falta de oportunidades solo les afecta a ellos y
no a la gente blanca que siguen ocupando los mejores puestos y cobrando los
mejores sueldos.
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