TARDE Divertimento II




La habitación está en penumbra, proporcionando una efímera y relativa sensación de frescor. Quietud, no existe nada más que la oscuridad que me rodea. Al levantarme del sofá siento como la viscosa humedad de una gota de sudor me recorre la espalda. Silencio, ni siquiera se oye el piar de los pájaros. De algún lugar distante llega el sonido de un coche, luego la nada, de nuevo silencio, el vacío. Una ligera brisa, caliente, pegajosa, mece la cortina y por un momento nos deja vislumbrar la cegadora luminosidad del exterior. Luego pasado el instante la habitación se sume de nuevo en la oscuridad.  Siento aun sin verlo como afuera, el aire reverbera bajo el sol de la tarde, retorciéndose/quejándose él mismo por el inclemente calor. No existe el tiempo, únicamente la interminable sensación de modorra, de languidez que me invade. Eternas tardes de verano.

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